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Discapacidad visual
Discapacidad visual

VIDEO | Casi a ciegas, la ruta de Ana al Metro expone la deuda de la ciudad con la accesibilidad

Superando obstáculos: la lucha diaria de quienes enfrentan la discapacidad visual

Ana Josefa Tapia tiene 28 años y padece de glaucoma congénito. A lo largo de su vida también ha enfrentado un desprendimiento de retina en el ojo izquierdo, lo que la dejó sin visión en ese órgano, además de cataratas, las cuales limitan aún más su capacidad visual. En su ojo derecho apenas logra distinguir un 1.5 %.

Aunque nació con esta condición, hace dos años perdió el 98.5 % de su visibilidad. Fue entonces cuando comenzó el verdadero reto de su vida, marcado por su mayor temor: enfrentar un país que, muchas veces, no está preparado para personas como ella.

Al 2022, se estimaba que en la República Dominicana 241,654 personas tenían visión reducida o ceguera.

"Actualmente, no estoy trabajando, porque le cogí miedo. No quiero generalizar, pero muchas veces la gente suele juzgarnos. Piensan de inmediato: ´ah, mire, ya tienen problemas´, como si nuestra condición fuera siempre un obstáculo. Yo antes hacía fotografías, era algo que me apasionaba, pero decidí detenerme y enfocarme primero en mi rehabilitación", cuenta Ana.

Accesibilidad en la vía pública

En un recorrido que Diario Libre realizó junto con ella desde el Patronato Nacional de Ciegos, en la Zona Universitaria del Distrito Nacional, hasta la estación más cerca del Metro de Santo Domingo, quedó en evidencia la importancia de la accesibilidad en los espacios públicos. Ella asiste al centro una vez por semana a tomar clases.

En las aceras del Patronato hay un suelo podotáctil, que es un pavimento con relieves especiales diseñado para que las personas ciegas o con baja visión puedan guiarse con el bastón o incluso con el tacto de los pies.

Al llegar a la esquina, se ubica el único semáforo accesible del país. 

  • Este dispositivo de señalización vial incorpora un sistema sonoro y táctil que indica de forma segura el momento de cruzar la calle.

Desde aquí, Ana tiene dos opciones: dirigirse hacia la estación Francisco Alberto Caamaño o a la Amín Abel Hasbún. Prefiere la primera, pues considera que es más accesible; la segunda, en cambio, le resulta más difícil para cruzar y desplazarse.

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Ana Josefa Tapia (participante del programa de rehabilitación, 6 meses) yAna Loyda Castillo (coordinará del programa de rehabilitación) (LUDUIS TAPIA/DIARIO LIBRE)

Durante el recorrido también estuvo Ana Loyda, coordinadora del programa de rehabilitación del Patronato, quien explicó que las aceras con pavimento lineal muchas veces resultan peligrosas: "El bastón puede quedarse atascado y provocar un accidente. No todas las soluciones de accesibilidad están bien adaptadas a las necesidades reales".

Tapia insiste en que la vía pública todavía representa un reto. 

"La falta de empatía es evidente, no solo hacia las personas con discapacidad, también hacia los adolescentes y otros grupos. Muchas veces, aunque hagamos la señalización para cruzar, los conductores no suelen ceder el paso; al contrario, algunos se tornan imprudentes, lo que hace más difícil la movilidad. Imagine lo complicado que resulta para alguien con discapacidad enfrentar estas situaciones a diario", explica.

Agrega que la instalación de suelo podotáctil en toda la vía sería de gran ayuda. Este permite orientarse y desplazarse con mayor seguridad. 

Sin embargo, señala que muchas veces estos espacios son obstruidos por vehículos, motores o vendedores ambulantes.

Para quienes dependen del bastón, estas barreras convierten cada salida en un riesgo constante: "Siempre existe el temor de tropezar con alguien o de sufrir un accidente, lo cual dificulta mucho la independencia y seguridad al desplazarnos". 

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