VIDEO | "La Hora de Dios": el milagro educativo que sostiene a un barrio desde hace 55 años
1,192 historias de esperanza: por dentro del colegio que nació de la fe y aún lucha por sobrevivir
Inspiradas en la fe y el compromiso social, diez mujeres de Santo Domingo decidieron unirse hace 55 años para, juntas, tocar puertas a empresas e instituciones y sembrar la semilla de la esperanza en terreno del populoso sector de Buenos Aires, en Herrera, en Santo Domingo Oeste, con la fundación del Centro Educativo "La Hora de Dios".
Josefa María Pou, Ellis de Muñoz, Carmen de Gómez, Gracita de Viyella, Francina de Álvarez, Margot de Auffant, Nelly de Ricart, Olga de Bonilla, Anuncita de Núñez, Rossy de Moore y Rosario de Armenteros, damas de la Parroquia Santísima Trinidad y movidas por una profunda sensibilidad social decidieron actuar gestionando recursos para la obra.
Un viaje a Colombia fue la inspiración de algunas de las damas al conocer un proyecto de ayuda social llamado "El Minuto de Dios" y una vez en el país encontraron terreno fértil en el apostolado del padre Láutico García.
Las voluntarias visitaban varias veces a la semana un barrio muy pobre llamado La Esperilla Oeste, donde repartían ropas, alimentos, medicinas, además de educación en higiene y cultura, pero también atendían las necesidades espirituales como el catecismo, a un grupo de unas 30 familias.
Más tarde, actuaron motivadas por la monja española Santa Carmen Salléis Barangueras, fundadora de la congregación Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza que decía: "Mientras haya niños y jóvenes que educar y valores que transmitir, las dificultades no importarán". Así se inició el proyecto que hoy cuenta con una matrícula de 1,192 estudiantes, desde los seis meses de edad hasta que se concluye la secundaria.
Aporte de la UASD
Las fundadoras lograron que la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) donara los terrenos donde hoy funciona el centro y se enfocaron en tres ejes fundamentales: la educación, la salud y viviendas dignas para para esas familias, que, para entonces, vivían en la periferia de la ciudad.
"Las mismas señoras organizaban actividades en el Teatro Nacional, que traían artistas extranjeros, empresas que usualmente daban la donación para el mantenimiento de la obra hasta el 2014, cuando este centro, por situaciones económicas, entró en convenio con el Ministerio de Educación y pasó ser escuela-convenio. Ya no se llama colegio, sino Centro Educativo "La Hora de Dios", cuenta su directora Sor Cristina Rodríguez.
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El centro llegó a contar con un dispensario médico, un instituto odontológico, otro oftalmológico, un laboratorio y todo ha ido desapareciendo, apenas queda un médico del Ministerio de Salud Pública que asiste a los niños en cualquier eventualidad.
Necesidad de recursos
La falta de recursos ha sido un elemento y, aunque la congregación tiene a su cargo la dirección, los profesores los pagas el Ministerio de Educación, pero algunas de las profesoras prácticamente trabajan por amor, con sueldos de 14,000 u 15,000 pesos mensuales. Algunos ni nombrados están por el Minerd.
Además, el centro demanda personal de limpieza y de apoyo, debido a que los existentes tienen entre 70 y hasta 80 años y no tienen fuerza para hacer las tareas de higiene y otros servicios.
También requiere la reparación de portones, impermeabilización, instrumentos para la clase de música como saxofón, trompeta y la habitación acústica del aula para no afectar a los demás estudiantes mientras reciben clase. Solo en clase de música como materia complementaria hay 61 estudiantes.
Cuenta con actividades extracurriculares, como música, pintura, fútbol, voleibol, baloncesto, pintura, además de una escuela de danza folklórica que dirige Josefina Miniño.
Refiere Sor Cristina que, con lo poco que reciben, no es suficiente para cubrir los gastos, porque los alumnos solo paga 8.50 pesos al mes, a pesar de que reciben tanda extendida y se les suministra desayuno y almuerzo. Entran a las 7:30 de la mañana y salen a las 3:45 niños desde los seis meses de nacidos hasta el bachillerato.
"Gracias a Dios no hay problemas con la alimentación, aunque es poquito lo que se paga a los proveedores, pero bueno, gracias a Dios en eso sí ha sido fiel el Ministerio. Por ahí no hay problema entonces. Aquí comemos casi diario 1,000 personas en ese comedor y muy buena comida. Entonces, no nos podemos quejar. Y tenemos un equipo que cocina muy bien, nos faltan algunas personas en la cocina también", dijo la religiosa.
Las voces que confirman el impacto
En los pasillos se siente la confianza de los estudiantes. Aymar Camila, quien estudia en el centro desde la guardería, afirma que lo que más ha aprendido son valores: respeto, empatía y honestidad. Sueña con ser empresaria.
Ezequiel, con siete años en el colegio, destaca que aquí se enseña "de verdad". No solo contenidos, sino compañerismo, disciplina y solidaridad. Quiere estudiar Medicina.
"He sentido amor desde el primer día", dice.
Evan Rosario, por su parte, explica con precisión la corona de Adviento, una muestra del componente espiritual que acompaña la educación integral del centro.
Una obra que ha dado más de lo que ha recibido
El Centro Educativo La Obra de Dios es una institución que creció desde la fe, la solidaridad y el trabajo incansable de mujeres visionarias. Hoy continúa siendo un pilar educativo y social en Buenos Aires de Herrera, aun enfrentando carencias que requieren atención urgente.
Pero más allá de infraestructuras o presupuestos, sigue en pie gracias a una convicción: la educación transforma vidas y una comunidad entera.
Las cuatro religiosas que llevan en sus hombros el centro no lo quieren dejar morir y requieren de ayuda solidaria como en el principio para seguir aportando en la educación de miles de niños, adolescentes y jóvenes de hogares pobres que quieren prepararse para servir a su familia y al país.
La Asociación
Aunque no con la influencia de su inicio, existe la Asociación La Hora de Dios que se encarga de darle seguimiento al centro para continuar con la misión de educar.
"Cada año nosotros agradecemos a Dios la presencia de esas mujeres que echaron hacia adelante esta obra, que dieron su vida para que esta obra sea realidad, porque eran mujeres realmente entregadas a esta misión", dice sor Cristina Rodríguez.
Aunque la mayoría ya ha fallecido, el legado se mantiene en la mente y el corazón de los testigos, pero sobre todo en los niños y jóvenes que se prepararon en el centro con valores y que hoy son servidores de la sociedad, hombres mujeres de bien.
Afirma que el apoyo económico era muy importante porque ellas se encargaban de pagarle al personal, pero que además gestionaban donaciones como parte de su misión de servir a los más pobres, a enseñar a pescar a la gente en vez de darle el pescado.


















Adalberto de la Rosa