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De José Miguel Paulino a J.C. Escarra, solo dos casos de Uber

El deporte reparte millones a pocos; el grueso de atletas llega a fin de mes con el extra

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De José Miguel Paulino a J.C. Escarra, solo dos casos de Uber
J.C. Escarra llegó a las Grandes Ligas a los 29 años. (AP)

En febrero pasado, una nota escrita por Carlos Sánchez en Diario Libre se hizo viral por el relato de cómo José Miguel Paulino, medallista de bronce Centroamericano y del Caribe y récord nacional en decatlón, tenía que trabajar de motoconchista de Uber y de mensajero en Pedidos Ya para alimentar a su niña y costear parte de su carrera deportiva. Sus magros ingresos como atleta de élite no alcanzaban.

Como era obvio, la historia causó indignación en los lectores, no gustó ni en el Gobierno ni en la Federación y Alberto Rodríguez, director del Inefi, apagó ese incendio al anunciar que lo contrataba como orientador en centros escolares.

El 23 de marzo, el vídeo del pelotero J.C. Escara comunicando entre lágrimas a su madre que fue incluido en el equipo de los Yankees que arrancaba la temporada desató millones de aplausos.

La historia de Escarra, de un deporte como el béisbol que reparte toneladas de dólares cada año y que se asocia al lujo, y la de Paulino se entrelazan por Uber, la aplicación que democratizó el oficio del transporte individual.

No hace tanto, el receptor/inicialista cubanoamericano también tuvo que recurrir al empleo de transportista para llegar a fin de mes, para pagar deudas que el béisbol no cubría. Esos 125 mil dólares que recibió de bono como selección 458 (ronda 15) del sorteo de 2017 de los Orioles se habían agotado junto a los salarios de ligas menores cuando fue dejado libre en 2021. Lo devengado en su paso por liga independiente, México y Puerto Rico no era suficiente.

Escarra tuvo una segunda oportunidad en 2024 cuando los Yankees lo firmaron para las ligas menores, vino a la Lidom y le pegó fuego con las Águilas y recuperó el crédito... a los 29 años.

A muchos puede sorprender que tanto un atleta olímpico, que no ha recibido el apoyo que se ha ganado, como un pelotero, de un deporte privado que paga fortunas a los mejores, tengan que recurrir a empleos como el transporte de persona y productos. Pero esa es la realidad de la mayoría.

Puedes encontrar a peloteros de ligas menores trabajan en supermercados en la temporada baja, a judocas olímpicos de países del primer mundo como Francia compartiendo su tiempo entre la pista y un call center, un esgrimista venezolano que ha subido al podio más alto repartiendo comida en bicicleta o un karateka dominicano haciendo las veces de parqueador durante espectáculos en el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte. 

De los atletas profesionales, de los "aficionados". No es la fotografía que el público quiere ver de esos guerreros que generan tantos aplausos, tanto orgullo, tantas emociones.

El deporte reparte el pastel en función de proyección y resultados, dependiendo del tamaño de cada industria. En la mayoría de los casos, los mejores se llevan el pedazo mayor del pastel.  

Si Escarra aparece todo el curso en la plantilla de los Mulos puede ganar hasta 800 mil dólares como salario base. Estará uniformado y con igualdad de derechos que Aaron Judge, que devengará 40 millones.

Si Paulino puede hacer un ciclo olímpico con medalla en Los Ángeles ´2028 su vida daría un cambio radical como la de los boxeadores Yunior Alcántara y Cristian Pinales. Y quién sabe si hasta como Marileidy Paulino, que en el ciclo pasado superó los 47 millones de pesos en ingresos, solo por resultados en la pista, sin incluir los acuerdos comerciales.

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Licenciado en Comunicación Social, egresado de la Universidad Dominicana O&M. Ejerce como periodista especializado en deportes desde el 2001. Es editor de Deportes de Diario Libre.