Un premio sin verdades absolutas
Cuando el fanatismo anula el talento ajeno

Hablar de fútbol es apasionante. Los temas vienen, van y le damos la vuelta al mundo entre ligas, equipos, jugadores. Viajamos en el tiempo para recordar épocas de pasados gloriosos, se debate el presente y se intenta proyectar el futuro.
Esa charla hoy nos encuentra lamentablemente en momentos donde, al parecer, todo tiende a una polarización que intenta colocarnos en el absurdo versus de "ustedes contra nosotros". Un lugar en el que no existe espacio para la apreciación del talento del otro, solo el mío cuenta, y lo que me pueda sobrar lo tomo para denostar y restarle importancia a cualquier mérito que posea el rival; es un grado de fanatismo que al final nos deja hablando solos.
Pasó un año, y todavía hay quienes no se recuperan de que Rodri le haya ganado a Vinicius la carrera al premio Balón de Oro. Y sin espacio para encontrar un punto común, la controversia también acompañó la premiación de la edición de este año. Cada uno empuja a su favorito, hace campaña en los medios, analiza factores tangibles e intangibles tratando de encontrar la justificación exacta que valide la premiación de su candidato.
Escribo estas líneas cuando faltan exactamente cuatro horas para que en el Teatro Châtelet de Paris comience la gala y se conozca el resultado. Dembélé, Lamine, Vitinha lideran las quinielas de las que ha salido el ganador que hoy con el diario en la mano usted ya conoce. Decisión justa para unos; "una vez más se equivocaron", dirán los otros. Lo cierto es, si es que hay alguna certeza en todo esto, que no contamos con elementos objetivos suficientes para fijar un ganador indiscutible. ¿Y saben qué? ¡Me alegra que sea así!, porque eso deja margen a la emoción y la pasión que acompaña al fútbol y lo hace grande.
Cualquier futbolista que llegue a estar entre los cinco favoritos es merecedor del premio no importa el año que sea. Esta fue una temporada bien democrática que dio espacio para que los tres finalistas demostraran un nivel por encima del resto. Al final, lo que queda es la riqueza del buen debate y la constatación, una vez más, de que no hay respuestas únicas. Lo que sí me atrevo a decirles, y con eso me despido, es que sesenta y nueve ediciones después este galardón mantiene vivo su encanto.