Un leviatán que quiere seguir creciendo
El escenario del país indica que 2026 sería un año en el cual es de esperar que el Estado crezca más

Leviatán es el nombre del monstruo bíblico que Hobbes usa en su obra de 1651 para referirse al estado soberano. En la actualidad, el término leviatán es usado en economía cuando nos referirnos al peligro inherente que existe en la expansión del gasto público y del crecimiento del Gobierno. Un leviatán es un Estado que adquiere mayores dimensiones físicas, legales, fiscales y, en consecuencia, determina el devenir de la economía y la vida de las personas.
Las reglas del juego impuestas desde el Gobierno moldean las decisiones económicas: ahorrar, invertir, producir y consumir. El accionar de todos en la sociedad se encuentra en manos de una estructura conformada por ministerios, direcciones, departamentos, cortes, y todo tipo de dependencias gubernamentales sustentadas en leyes, normas y códigos.
Esa estructura cuesta, y es mantenida por los mismos ciudadanos cuyas decisiones las determina el Gobierno. El gasto público por habitante, ajustado por inflación, ha crecido 80 % en los últimos 10 años. En términos nominales, el aumento del gasto en ese periodo fue 166 %.

En la medida en que transcurren los días, el escenario indica que el 2026 sería un año en el cual se tendría la intención de que el Estado crezca más. Los planes para el próximo presupuesto contemplan un aumento en el gasto público. Los pronunciamientos oficiales recientes indican que sería mayor a los lineamientos anunciados a finales de junio. La intención es aumentar el producto interno bruto (PIB) con ayuda del gasto.
El PIB consiste en el valor de los bienes y servicios producidos en un año a precios de mercado. Como señala el historiador económico Robert Higgs, antes de la Segunda Guerra Mundial era muy cuestionable querer incluir el gasto público dentro de la medición del PIB.
El gasto público no es parte de la producción, es la sustracción de ingresos en forma de impuestos, y no tiene un precio de mercado. Sin embargo, a partir de 1947 se quiso incluir el "tremendo incremento del gasto de la guerra en la economía". Esa metodología se volvió estándar, sin cuestionarla, ya que beneficiaba a los mismos gobiernos al momento de exhibir cifras de crecimiento.
¿Será cambiado el sistema tributario para acomodar el nuevo gasto? Cuándo ocurrirá ese hecho es parte del régimen de incertidumbre en el que se encuentran operando los agentes económicos en la actualidad. Hacer reformas impositivas junto con organismos multilaterales tiende a arrojar resultados negativos para la ciudadanía.
En 2013 se implementó la Ley 253-12, un esquema realizado bajo supuestos muy simples de contabilidad tributaria: al aumentar las tasas se debe recaudar más; como era de esperarse, la reforma del 2013 no dio los resultados que esperaban las autoridades y los organismos multilaterales que la endosaron. Ese esquema recuerda a las reformas fallidas de Colombia; el lunes de esta semana, el Ministro de Hacienda de ese país introdujo al Congreso la tercera reforma en menos de cuatro años, y la segunda del presidente Petro. ¿Por qué la segunda de Petro, quien tuvo que realizar una reforma en 2022, luego de la de Duque del 2021? Por el mal diseño; y la de esta semana no subsana los errores anteriores.
¿Qué queda entonces? Insistir en que prime la sensatez al momento de presentar el presupuesto de gastos, y cualquier modificación tributaria que se introduzca al Congreso Nacional en el futuro cercano.
Una modificación tributaria que penalice más a los hogares y empresas sería la estocada que debilitaría aún más los fundamentos de la economía dominicana.
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Una colaboración del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (Crees).