Cuando la economía nos lleva al socialismo
La pérdida de la libertad económica y el auge del Estado paternalista

Uno observa las noticias que aparecen en los medios, lee las opiniones de los funcionarios del área económica, entra a los chats de economistas, y surgen preocupaciones sobre el diálogo económico. Por ejemplo, se habla de la salvación por medio de tasas de interés más bajas, sin una teoría del capital que sustente esa opinión. ¿Se le explica a la gente, quienes deberían aprender economía de los economistas, que la tasa de interés resulta del ahorro? Las tasas bajan cuando las personas pueden ahorrar, que es lo mismo que postergar consumo hacia el futuro. Ese consumo postergado, en forma de fondos prestables, provoca que bajen las tasas de interés, promoviendo más inversiones, mayor cantidad de capital y generando mayor riqueza.
Sin embargo, como esa parte de la economía, y muchas otras, se han perdido entre los mismos economistas, a la gente se le proporciona la idea de que todo se resuelve a golpe de medidas artificiales. Los ministerios, los gobernantes, los bancos centrales; basados en decisiones políticas, pretenden sustituir a la ciencia económica.
En la Edad Media, los escolásticos entendieron la tasa de interés, los precios y otros elementos que tienen que ver con el accionar de las personas. La ciencia económica cada vez pierde esa tradición: tener en su centro el estudio del comportamiento humano. Se ha abandonado esa esencia para enfocar las políticas en el control de la vida de las personas.
La intervención sobre las vidas de los ciudadanos, en consecuencia, se vuelve la norma. La salvación por medio de la política es la voz que se escucha a diario en los medios de comunicación. Muchas veces los periodistas no pueden enfocar los problemas de la manera adecuada, o hacer las preguntas relevantes, porque quienes dominan la ciencia económica también los han confundido.
Que la inflación de los alimentos haya crecido más de 40 % entre octubre de 2020 y octubre de 2025 encontrará una explicación. Los economistas siempre tendrán una justificación para el control estatal de la moneda y la pérdida de valor de esta; no solo en República Dominicana.
Ese impuesto inflacionario se combina con los impuestos que deben pagar los ciudadanos al fisco. Porque en base a elementos sin fundamentos reales, los economistas les dieron la excusa a los políticos de corregir supuestas fallas del mercado. Por eso deben gastar el ingreso de los ciudadanos; y endeudarse con el aval de los impuestos que luego les cobrarán.
Deirdre McCloskey identificó en un artículo académico de 2018 un total de 108 fallas/justificaciones de intervención estatal. Mientras otras ciencias avanzan con el tiempo, la ciencia económica, como predomina hoy en día, acumula falacias y aberraciones. Cuando McCloskey elaboró la lista, las últimas falacias provenían de la señora Mazzucatto y del señor Piketty. La lista ha seguido en aumento.
El economista justificará que quien gobierna pueda gastar más y tener mayor poder sobre los ciudadanos. No importa si el servicio brindado por el gobierno sea más ineficiente que el que pueden proveerse los mismos ciudadanos. Importa decir que esos bienes públicos son imprescindibles y son gratuitos. ¿Quién puede argumentar en contra de la benevolencia pública? Hacerlo parecería de insensibles. Sin embargo, no sería más que ir en contra de falacias que se repiten a diario, y que de tanto repetirlas se vuelven las verdades que predominan en las políticas públicas.
El pensamiento de los llamados de derecha, de centro y los de izquierda es igual en este sentido; incluso lo que ahora llaman liberalismo, la nueva etiqueta que ha sustituido al neoliberalismo. Todos comparten una manera de gobernar que se llama intervencionismo. Y ese intervencionismo estatal controla la libertad, la vida y los bienes de las personas.
Hay que solicitarle al gobierno que devuelva a las personas recursos de exenciones impositivas, como es el caso de la indexación salarial que se debate en estos días. Y el gobierno dirá que ese dinero es suyo, y que lo necesita para gastarlo en beneficio de los ciudadanos. La distorsión se hace aún mayor cuando a los recursos que tienen los ciudadanos, que no cedieron en forma de impuestos, se les llama "gasto tributario". La frase implica que ese dinero pertenece a la clase política, al gobierno.
Parece que los economistas no están en capacidad de explicar a los ciudadanos que bajo ciertas instituciones que propician la acumulación de capital y la innovación, las personas generan prosperidad generalizada de manera espontánea, independencia de la clase política (libertad), movilidad socioeconómica, y paz social. Esa debe ser la enseñanza del economista, como lo era décadas atrás.
Por donde quiera que se observe, el economista ha dejado su función de educar y se ha convertido en un ente que sirve al político de turno, o al que está en la oposición esperando llegar al poder, o al empresario que busca privilegios. No hay economía, todo es política.
Con el tiempo, el intervencionismo adquiere un matiz peor; una forma de intervención que se llama socialismo. Cuando los países se enfilan en ese rumbo, quienes sí asumen el apostolado de la ciencia económica no deben quedarse indiferentes. Por eso hay que decir estas cosas, aunque sean incómodas.
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Una colaboración del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (Crees).

Miguel Collado Di Franco
Miguel Collado Di Franco