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El civismo anda de vacaciones

Vacaciones escolares, el único momento en que el tráfico dominicano se comporta

Junio trae consigo un alivio que no figura en las estadísticas del Banco Central: el tráfico decrece en los barrios ricos. No es que la gente haya aprendido a convivir ni que la Digesett se haya vuelto eficaz. Es que terminaron las clases. Y con ellas, la romería motorizada que cada mañana y cada tarde convierte las zonas de colegios privados en escenarios de guerra civil automovilística.

En Piantini, Naco, Bella Vista o Cerros de Gurabo no hay estudiantes que vayan a pie. La noción de caminar hasta la escuela sería vista como un acto de negligencia parental o directamente de pobreza. Los alumnos son transportados en yipetas y cómodos vehículos, y dejados en la puerta con la solemnidad debida. A veces hay un chofer.  A veces,  una escolta.

Pero cuando llega junio, la ciudad se aligera. Los tapones desaparecen como por arte de magia. Las calles respiran. Los semáforos no son ignorados con tanto desprecio, y ya no hay padres estacionados en doble fila como si el código de tránsito fuese una novela rusa: muy densa, muy larga y muy prescindible.

Lo irónico es que dentro de esos colegios se enseña "formación ciudadana". Se celebra el civismo, se pondera la solidaridad. Pero en cuanto suena la campana, el verdadero currículo lo imponen los padres: el de la viveza, la arrogancia y el "yo primero". Esa pedagogía se practica con excelencia.

Así, las vacaciones escolares  son ciertamente un descanso académico, y quizás el único momento del año en que el civismo tiene una oportunidad de florecer, precisamente porque quienes más lo predican han dejado de bloquear las esquinas. Mientras, la ciudad se permite soñar —aunque sea por unas semanas— con algo parecido al orden.

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Aníbal de Castro carga con décadas de periodismo en la radio, televisión y prensa escrita. Toma una pausa en la diplomacia y vuelve a su profesión original en DL.