¿Narcos? ¿Riferos? ¿Y el unicornio parlamentario?
Ramón Emilio Goris defiende el Parlacen con argumentos que causan polémica
La defensa que ha ensayado el señor Ramón Emilio Goris, vicepresidente del Parlacen, no solo es pobre: es reveladora. En su intento por justificar el despilfarro que representa ese órgano decorativo, el honorable diputado nos ofrece el siguiente argumento estelar: "Aquí no hay narcos ni riferos". Brillante. Cuando el listón de legitimidad institucional se mide por la ausencia de delincuentes confesos, uno entiende por qué el Parlacen ha devenido en caricatura de sí mismo.
Si no hay narcos ni riferos, ¿qué hay? Pues según Goris, doctos parlamentarios, mejor formados que sus pares en otras cámaras. Y, sin embargo, 17 de los 20 diputados dominicanos han usado sus exoneraciones para importar Ferraris, Lamborghinis y McLarens, como si el desarrollo regional se condujera a 300 kilómetros por hora. ¿También es parte de su "formación técnica"? ¿O es que en la Comisión de Integración Centroamericana se premia el torque?
Pero la pieza maestra del discurso del señor Goris es su desvinculación moral: dice no estar de acuerdo con las exoneraciones, aunque las defiende "porque los legisladores necesitan medios de transporte". ¿Aquí o en Guatemala, donde "legislan"? Traducción: condeno el privilegio, pero me lo quedo. Es como estar contra la corrupción, pero no devolver el sobre manila.
Por lo visto, el Parlacen no necesita enemigos. Se basta con sus propios voceros. Y si en lugar de legislar se dedican a pronunciarse sobre lo divino y lo humano —incluyendo el arroz y la migración haitiana—, es porque el papel lo aguanta todo. Lo que no aguanta más es el bolsillo del contribuyente.
El Parlacen no necesita reforma. Necesita pudor. O en su defecto, un mecánico: el Lamborghini de la dignidad institucional lleva años varado.