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Villa González, la manada y la dignidad pendiente

La indignación social crece mientras la respuesta firme del Estado sigue tardando

De primera impresión, el horror de Villa González podría confundirse con la estridencia amarillista de ciertos espacios digitales. Nada más fácil que reducirlo a un escándalo de coyuntura. Empero, lo que este crimen expone con crudeza es la vulnerabilidad cotidiana de la mujer dominicana, que en este caso se convierte en la forma más extrema de un abuso tantas veces narrado en susurros y pocas veces castigado.

Los hechos, hasta donde se conocen, estremecen por sus rasgos siniestros. Una bebida adulterada para anular la voluntad de la joven, una habitación convertida en celda de ignominia, el silencio de cómplices que no entraron al cuarto pero que orbitaban alrededor del delito. Todo un engranaje de violencia masculina que recuerda a la manada de San Fermín en España y a tantas otras en las que el cuerpo de la mujer fue tratado como botín.

En la República Dominicana,  la indignación se acumula con cada episodio y aun así la respuesta firme tarda. Falta todavía remover piedras, porque en los pliegues de este proceso pueden esconderse encubrimientos, omisiones o complicidades que no han salido a la luz. No hallaremos debajo de ellas la dignidad arrebatada a la víctima, pero sí la exigencia de justicia que su caso reclama.

Ese es el verdadero sentido de la cobertura. No el morbo, sino la memoria. No el espectáculo, sino la advertencia de que lo ocurrido es el límite intolerable de una cultura de abusos que el país debe erradicar. Villa González no puede quedar reducido a un titular escandaloso. Es un espejo cruel de lo que todavía somos. Y al mismo tiempo, una prueba de fuego para mostrar lo que queremos dejar de ser. 

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Aníbal de Castro carga con décadas de periodismo en la radio, televisión y prensa escrita. Toma una pausa en la diplomacia y vuelve a su profesión original en DL.