Te diré unos disparates
El debate público, un campo minado, la agresividad vs. la mesura.
"Estamos viviendo una época en la cual, la gente sensata, culta y bien educada debe hablar menos para no ofender a los brutos, ignorantes e incivilizados, que además en lugar de ser humildes son soberbios, agresivos e irrespetuosos". Jaime Bayly, el controversial comunicador peruano con reino televisivo en Miami, dispara la frase con la certeza de quien sabe que la paradoja de nuestros días está en la altanería con que la ignorancia se impone.
La escena es reconocible. La palabra mesurada se repliega mientras los gritos ocupan el debate. Irónico que el silencio ya no es prudencia, sino estrategia de supervivencia. Mejor callar para evitar la burla del mediocre. El culto mide sus palabras porque la ofensa se confunde con derecho adquirido. La educación se disfraza de arrogancia y la ignorancia se pavonea con orgullo.
En este clima, la conversación pública se convierte en campo minado. El respeto se reclama a voces pero se niega con actos. Lo que debería ser diálogo se reduce a competencia de agresividades. Quien busca la verdad corre el riesgo de ser acusado de insolencia. Quien defiende un matiz termina señalado como enemigo.
Bayly acierta en la crudeza. La época premia al insolente y castiga al sensato. La sensatez se retira no por falta de fuerza, sino porque la fuerza hoy se confunde con estridencia. Lo que antes era vergüenza hoy es bandera. Lo que antes era humildad hoy es despreciado como debilidad.
Queda flotando la pregunta de si vale la pena callar. Porque cada silencio abre espacio a la soberbia que él describe. Y cuando los brutos imponen su tono, los educados terminan aprendiendo que el mayor riesgo no es ofender, sino desaparecer de la conversación.