Maestros que conquistan la era digital
La innovación pedagógica que sí funciona en República Dominicana
En tiempos donde la atención compite con pantallas brillantes y algoritmos que capturan el interés de los más jóvenes, la docencia enfrenta un desafío monumental, tal es mantener viva la chispa del aprendizaje. No todos los maestros se resignan a perder esa batalla. En Santiago, Rosa Iris Rodríguez y Moisés Francisco demuestran que la innovación pedagógica no es un eslogan vacío, sino una práctica cotidiana que se traduce en aulas vivas, dinámicas y esperanzadoras.
Rodríguez, con más de dos décadas de experiencia, entendió que la clave no era imitar a sus alumnos, sino hablar desde su propio lenguaje. Bastó un guiño al viral "Piripiropi" para generar complicidad y atención. Con ello probó que el aula puede ser un espacio donde la tecnología, la música y los juegos conviven con la disciplina del conocimiento. Más allá de lo anecdótico, su método evidencia que los estudiantes necesitan sentirse escuchados, porque para muchos la escuela es el único refugio donde la palabra se convierte en afecto.
Francisco, con apenas 29 años, encarna la vocación juvenil que transforma los obstáculos en impulso. Abandonado al nacer y adoptado por otra familia, encontró en la enseñanza su propósito. Hoy sus clases de ciencias naturales se nutren de juegos, dados, pelotas y plataformas digitales que convierten la lección en experiencia compartida. Su mensaje es sencillo y poderoso: las circunstancias no determinan el destino.
Mientras la ADP concentra su agenda en denuncias, algunas legítimas, otras rutinarias, lo urgente sería replicar estas buenas prácticas y premiar la creatividad. La educación dominicana no avanzará solo con protestas ni acuerdos rotos, sino con maestros que, como en Santiago, demuestran que enseñar es reinventarse cada día. Esa es la verdadera revolución pendiente: la que empieza en el aula.