El arte de lo necesario
La estrategia callada de Abinader que triunfó en la ONU
En diplomacia lo que brilla es, con frecuencia, lo que no se exhibe. El ruido suele engañar, el gesto altisonante entretiene, pero las victorias se fraguan en los silencios. La República Dominicana acaba de demostrarlo en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Sin discursos triunfales ni desplantes de protagonismo, el país trabajó para que se aprobara la ampliación del mandato de la misión de paz en Haití, un tema que se movía en terreno minado por las tensiones geopolíticas.
La jugada tuvo el sello de Luis Abinader y de su canciller, Roberto Álvarez. Una diplomacia callada, persistente, que no buscó titulares sino resultados. El riesgo mayor era el veto de Rusia o de China, guardianes implacables de equilibrios estratégicos. Pero se apostó a la confianza acumulada: una relación fluida con Panamá, que ostentaba el "pen holder" del expediente haitiano en el Consejo; y un vínculo sin fisuras con la administración Trump, cuya decisión era condición necesaria. El objetivo no fue nunca aparecer en primera fila, sino dejar que otros hablaran mientras se aseguraban los votos y se diluían los obstáculos.
Ese discreto "gambito dominicano" ilustra que el poder no siempre es visible. En un Caribe acosado por el drama haitiano, la República Dominicana se movió como ajedrecista paciente, consciente de que la pieza decisiva no es la que se muestra en el tablero, sino la que, en silencio, cambia el curso de la partida.
Lo expresó con claridad Metternich: "La política es el arte de lo posible; la diplomacia, el arte de lo necesario." Y lo remachó Kissinger en Harvard: "La negociación no es un acto de amor, sino un proceso de construcción de intereses comunes." En ambos sentidos, la estrategia dominicana habló poco, negoció mucho y, sobre todo, ganó.