"Déjala ir": vámonos con ella
La nueva reforma necesita transformar el imaginario patriarcal que alimenta la violencia
La reforma amplia "Déjala Ir", orientada a erradicar los feminicidios y filicidios en la República Dominicana, representa un avance necesario. Pero su éxito real —más allá del marco legal— dependerá de una transformación profunda en el imaginario colectivo. La violencia es la manifestación criminal de una cultura patriarcal que ha aprendido a cosificar, silenciar y subordinar a las mujeres. Dista de un simple accidente moral.
Durante siglos, la mujer ha sido percibida como objeto, como extensión del hombre, relegada a la penumbra del poder. Ese "lugar atrás" ha dejado huellas imborrables en el lenguaje, en los gestos, en las expectativas sociales. Esa herencia legitima la subordinación silenciosa, la que enseña a muchas a callar, a evitar conflictos, a doblegarse. En ese mismo eco se alimenta hoy la violencia física, psicológica, simbólica.
Las leyes no pliegan voluntades ni corrigen mentalidades automáticamente. Se requiere acompañarla de campañas educativas, de formación en escuelas y en espacios comunitarios, de apertura de canales seguros para denunciar, de apoyo psicológico y económico a las víctimas. Pero, sobre todo, exige reconocer que el machismo es un sistema arraigado que nos afecta a todos —mujeres, hombres, instituciones— y que se reproduce en silencios cómplices.
Para que "Déjala Ir" no quede en letra muerta, el diálogo debe invadir hogares, plazas, aulas, barrios. Debemos atrevernos a cuestionar los micromachismos cotidianos: "ah, eso es solo un chiste", "ella lo provoca", "así es la tradición". Solo desmantelando esa costra habitual podrá florecer una cultura de respeto, de equidad, de valor compartido.
No basta con prometer justicia. Debemos construir otra memoria colectiva, donde la mujer no sea objeto, sino sujeto pleno de su destino. Y eso —me temo— tomará generaciones. Pero la semilla debe plantarse hoy.