Cuando el aula no conecta con el empleo: el triángulo roto del desarrollo
Educación técnica vs. realidad laboral ¿por qué los jóvenes dominicanos no encuentran trabajo?

En una visita reciente a San Juan, un adolescente me preguntó: "¿Y para qué sirve estudiar si nadie consigue trabajo aquí?" Lo decía sin rabia, pero con la certeza de quien ya sospecha que el sistema le está fallando. Llevaba el uniforme limpio, el cuaderno en orden y una expresión que partía el alma. Estaba en tercero de bachillerato técnico. Nunca había pisado un taller ni visto una fábrica por dentro.
Esa pregunta me sigue retumbando porque no es aislada. Es la síntesis de una realidad estructural: en República Dominicana, la educación técnica no está articulada con el mercado laboral real, y el Estado sigue formando jóvenes para un país que ya no existe... o que nunca existió.
Según datos del MESCyT e INFOTEP, solo el 14 % de los egresados técnicos logra empleo formal en los primeros 18 meses. En paralelo, sectores productivos como agroindustria, manufactura ligera, servicios digitales y energía renovable reportan escasez de mano de obra calificada. Es decir: hay jóvenes sin trabajo y sectores sin talento. ¿Dónde está la falla? En la desconexión estructural entre tres actores clave: el sistema educativo, el sector productivo y la planificación territorial.
Desde la economía política, esto no es un simple error técnico. Es el resultado de un modelo de formación que opera de espaldas a la realidad productiva, sin gobernanza tripartita ni rendición de cuentas por resultados.
La ADP defiende el statu quo del aula, INFOTEP forma sin poder normativo, y el Ministerio de Educación distribuye carreras sin diálogo con las regiones.
Y mientras tanto, cientos de miles de jóvenes se gradúan sin competencias reales, condenados a la informalidad o al desaliento.
Los datos son alarmantes:
- Más del 60 % de los liceos técnicos no tiene laboratorios en funcionamiento.
- Solo 1 de cada 10 docentes técnicos tiene experiencia previa en el sector privado.
- En provincias como Monte Plata, Elías Piña y Pedernales, más del 75 % de los egresados técnicos no logra empleo en su área.
Como escribí en Por el Bien Común, "cuando la educación no se conecta con el empleo, lo que se reproduce no es progreso, sino frustración social".
Frente a esto, no basta con más aulas o más laptops. Lo que se necesita es reformar el triángulo entero: formación, empleo y territorio. Propongo tres acciones inmediatas:
- Crear Consejos Regionales de Gobernanza Educativa y Productiva, donde participen la ADP, INFOTEP, empresarios locales, universidades y gobiernos municipales. Su función será definir las carreras prioritarias de cada región, basadas en datos y necesidades reales.
- Incluir al sector privado en los consejos directivos de politécnicos públicos, con voz vinculante. No para mercantilizar la educación, sino para romper la burbuja escolar y garantizar pertinencia, prácticas, mentoría y empleo.
- Evaluación de desempeño docente con enfoque técnico-pedagógico. Aquellos que sistemáticamente obtengan los peores resultados deberán entrar en una fase de reentrenamiento intensivo, o pasar al programa de pensión voluntaria para educadores, que estamos diseñando como política nacional de renovación del magisterio.
Estas propuestas no son aisladas. Países como Alemania, Finlandia y Costa Rica han logrado integrar la educación técnica con la productividad regional mediante estructuras similares. El resultado: menor desempleo juvenil, mayor productividad y menos fuga de cerebros.
Nuestra Constitución, en su artículo 63, establece que el Estado debe garantizar "una educación que promueva la inserción laboral y el desarrollo nacional". No se trata solo de enseñar, sino de formar para la vida, la ciudadanía y el trabajo digno.
El adolescente de San Juan merece una respuesta distinta. No basta con pedirle que estudie. Hay que garantizarle que su esfuerzo será reconocido, que sus competencias tendrán sentido, y que el país no le dará la espalda justo cuando más lo necesita.
La escuela no puede ser una fábrica de títulos sin destino. El aula no puede seguir desintonizada del taller. El conocimiento debe encontrarse con la oportunidad. Y el Estado, si quiere llamarse justo, debe ser el puente entre ambos.