La bitácora del maestro: Crónicas constitucionales desde el aula pública (Clase 3)
La soberanía nacional como fundamento de la identidad colectiva

El lunes 22 de septiembre llegamos al Liceo República de Argentina. El bullicio del recreo aún resonaba en los pasillos y los estudiantes de quinto y sexto año fueron llenando el aula con la energía propia de su edad. En las paredes, mapas y banderas parecían esperar en silencio. La chispa de la jornada fue una pregunta que cayó con fuerza: ¿Y si mañana perdemos lo que somos?
El silencio fue inmediato. Una joven rompió la pausa: "Seríamos un país sin voz propia." Otro estudiante añadió: "Es como perder la casa: ya no decides nada." Sus palabras, sencillas pero contundentes, mostraron que la soberanía no es un concepto lejano, sino la base de la identidad y de la dignidad nacional.
La clase siguió una agenda pedagógica cuidadosamente diseñada. Comenzamos con un audio introductorio y un video motivador sobre la historia de la independencia y las luchas posteriores por defender la autonomía nacional. Para abrir la imaginación, proyectamos escenas de la película Los Croods 2, donde una familia defiende su territorio como símbolo de identidad y futuro. El cine permitió que los jóvenes entendieran que la soberanía también se vive en lo cotidiano: en defender lo propio, en valorar lo común, en no renunciar a la casa que nos protege.
Luego dividimos el aula en dos grandes grupos. El primero debía argumentar por qué la soberanía es vital para un país. El segundo, imaginar qué ocurriría si se perdiera. El debate fue intenso. Un grupo habló de dignidad, independencia, control de recursos y voz internacional. El otro advirtió sobre dependencia económica, pérdida cultural y sometimiento político. Al final, ambos coincidieron: sin soberanía no hay identidad, y sin identidad no hay futuro.
Cada estudiante tuvo la oportunidad de dibujar un escudo personal de soberanía, representando los elementos que considera esenciales para proteger a la República. Algunos incluyeron la familia, otros la educación, otros la naturaleza. Cada dibujo fue un recordatorio de que la soberanía se construye desde la conciencia de lo que valoramos como sociedad.
En el cierre, cada joven escribió una frase que comenzaba con "Yo defiendo mi país porque...". La lectura en voz alta llenó el aula de compromisos personales. Fue un acto sencillo, pero profundamente cívico: comprender que la soberanía no se defiende solo en la historia, sino en las decisiones que cada generación toma en su vida cotidiana.
Nuestra Constitución lo establece con claridad:
- El Artículo 3 declara que la soberanía reside exclusivamente en el pueblo, de quien emanan todos los poderes.
- El Artículo 4 organiza esa soberanía en tres poderes del Estado: Legislativo, Ejecutivo y Judicial, independientes y equilibrados.
- El Artículo 5 afirma que la Constitución se fundamenta en la dignidad humana, la soberanía del pueblo y la supremacía de la propia Constitución, principios que sostienen toda la vida democrática.
- El Artículo 6 consagra la supremacía de la Constitución: ninguna ley ni autoridad puede estar por encima de ella.
Estos artículos son el corazón de la República: recordarnos que la soberanía no es negociable, porque es el fundamento de nuestra identidad colectiva.
Los datos sociales y económicos muestran la magnitud del desafío. La República Dominicana importa más del 70% de lo que consume, y la deuda pública ronda el 60% del PIB (Banco Central, 2024). Estos números nos recuerdan que la soberanía no solo se defiende en las fronteras, también en la economía, en la educación y en la capacidad de tomar decisiones libres de presiones externas.
En medio de la globalización y de los retos migratorios, la soberanía se convierte en un valor aún más necesario. No significa aislamiento, sino relacionarnos con el mundo sabiendo quiénes somos. Un país sin soberanía es como un barco sin timón: puede tener velas, pero no rumbo.
En esa línea, resonaron en el aula las palabras de Juan Pablo Duarte: "Vivir sin Patria es lo mismo que vivir sin honor." Una verdad tan vigente hoy como en el siglo XIX.
Nada de esto sería posible sin un equipo comprometido. El Defensor del Pueblo llevó esta experiencia, como cada semana, a decenas de centros conectados de manera simultánea, con facilitadores que asumieron el reto con ética y responsabilidad. Enseñar la Constitución es también un acto de soberanía pedagógica: formar jóvenes capaces de pensar por sí mismos, para que nadie decida por ellos lo que deben ser.
Al terminar, los estudiantes del Liceo República de Argentina comprendieron que la soberanía no es una palabra de libros, sino un compromiso vital. Y que defenderla significa defender su propia voz como dominicanos.
La soberanía no es un lujo: es la llave de nuestra libertad. Y perderla sería perder lo que somos.
Esta fue la tercera estación de un viaje de 40 semanas de descubrimiento constitucional. La próxima semana, en el aula, nos preguntaremos: ¿Por qué la dignidad humana es el punto de partida de todos los derechos?