Racionalmente: Haití
Más allá de la migración, el gran diálogo que podría salvar a Haití

Doy inicio a este artículo formulando algunas preguntas sobre Haití, y lo hago con la deliberada intención de provocar, y así generar el mayor manojo de inquietudes entre los analfabetos funcionales y prejuiciados que tienen espacios en los medios de comunicación audiovisuales y digitales, o que de manera ocasional acceden a ellos, y al abordar la complicada situación de Haití y la migración de sus nacionales a nuestro país, solo "hablan por boca de ganso", como decía el Profesor.
Estas son las preguntas, nueve en total: ¿Es Haití un país, una nación, un Estado?; ¿tiene Haití órganos, instituciones y poderes públicos, como un Congreso Nacional, ministerios, Justicia, Fuerzas Armadas y Policía Nacional?; ¿hay en Haití importantes sectores empresariales, comerciales y agropecuarios?; ¿tiene Haití instituciones y entidades financieras y bancarias?; ¿tiene Haití universidades y centros de formación técnica?; ¿tiene Haití partidos y movimientos políticos, gremios de profesionales y sindicatos de trabajadores, entre otras organizaciones de masas?; ¿mantiene Haití relaciones diplomáticas e internacionales con distintos países e instituciones, como la ONU y la OEA, por ejemplo?; ¿tiene Haití organismos de inteligencia, semejantes al DNI en nuestro país?; ¿se podrá resolver de alguna manera la crisis generalizada en la que se haya sumido Haití?
A los lectores de estas líneas que se sientan aludidos les suplico que, al finalizar este párrafo, se detengan todo el tiempo que sea necesario para que piensen, para que reflexionen, pero sobre todo para que investiguen sobre Haití, orientados por las interrogantes antes planteadas, y puedan, ya edificados, responderlas y explicar sus respuestas de la manera más acertada y racional posible; exceptuando la última pregunta, respecto de la cual soy consciente de que no podrán ni sabrán decir nada que pueda ayudar a solucionar la problemática que mantiene a Haití al borde del colapso.
No obstante, como todo problema lleva intrínseca su solución, también la tiene la situación de inestabilidad política y de inseguridad, el caos social y la precariedad económica que tan duramente golpea al pueblo haitiano. Un estado de intranquilidad y dificultades que ya lleva bastante tiempo, pero que se ha hecho sentir con toda crudeza desde el magnicidio de su último presidente constitucional, Jovenel Moise, hecho ocurrido el 7 de julio de 2021.
Para resolver crisis estructurales como la que hoy por hoy descalabra a Haití, existe desde hace mucho tiempo una especie de receta, la cual inicia con la convocatoria a un gran diálogo por parte de personas y/o instituciones de altísima reputación (pueden ser locales y/o extranjeras), en el que participen todos los sectores representativos del territorio; un coloquio que debe comenzar con la celebración de reuniones sectoriales en las que cada grupo exponga y discuta sus aspiraciones, sus posibilidades y necesidades: los partidos políticos, los empresarios y comerciantes, los productores agropecuarios, las universidades y los gremios de profesionales, los sindicatos de trabajadores, los estudiantes, las iglesias, y, en este caso, también las principales bandas de pandilleros, puesto que juegan su papel llenando el vacío que han dejado los políticos y algunas instituciones y funcionarios; de tal manera que, al arribar a un gran consenso, toda la sociedad haitiana, representada por sus fuerzas vivas, quede comprometida a trabajar de manera unificada por la estabilidad política y la seguridad, y por el progreso económico y social de la población en todo el territorio, como debe ser.
Es en esos aprestos de organización de un gran diálogo en lo que es necesario que intervenga la comunidad internacional por ahora, dando apoyo logístico con toda suerte de recursos a la iniciativa, hasta que salgan a la luz las genuinas aspiraciones y las prioridades de la sociedad haitiana.
En lo adelante, la misma comunidad internacional, y toda organización, institución o país que esté en condiciones y disposición de ayudar en la solución de la crisis haitiana, que haga su contribución financiera, material, cultural o como prefiera, porque en definitiva todo el mundo debe saber que la difícil situación que persiste en Haití, incluida su masiva migración, se debe a las precarias condiciones socioeconómicas y culturales en que vive más de la mitad de sus casi 12 millones de habitantes, en su gran mayoría también analfabetos absolutos.
Entonces, la consigna debe ser: "hay que ayudar al pueblo haitiano de todas las formas posibles, en el fortalecimiento de sus poderes e instituciones públicas, con educación popular y holística, y con obras de infraestructura como escuelas, centros universitarios y tecnológicos, carreteras y caminos, presas y canales de riego, construcción y mejoras de viviendas, y reforestación, entre otros", de manera que entre el corto y el largo plazo, Haití consiga ser una sociedad estable y próspera, condición sine qua non para el bienestar general y la buena convivencia, tanto dentro como hacia fuera.
Y no hay que infravalorar los esfuerzos que ha hecho el presidente Luis Abinader en reuniones de la ONU y la OEA, solicitando el apoyo de la comunidad internacional para solucionar la situación de crisis en la que se halla Haití, ni la convocatoria para tratar el tema de la inmigración, hecha a los expresidentes Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina; pero, lo cierto es que la solución a la problemática haitiana requiere de un plan estratégico bien elaborado, basado en las aspiraciones más íntimas que salgan de un gran diálogo como el referido aquí.