Caram, una vida más allá de lo ordinario
El legado de un ciudadano ejemplar en la República Dominicana

Cernidos por el azar o por un designio desconocido, entre los miles de millones de humanos surgen seres cuya línea de vida refulge por virtudes o facultades poco comunes, capaces de influir e impactar acontecimientos y otras vidas, dejando como impronta excelsas contribuciones, pensamientos y acciones no siempre conocidas o, en muchos casos, no reconocidas por la mayoría de sus congéneres.
Shgede Guillermo Caram Herrera fue uno de esos hombres especiales cuya existencia trazó un sendero de valor social que escaló generosamente alturas más allá de las responsabilidades que, como profesional de la ingeniería, la planificación, la gerencia y el liderazgo político, le consagraron como un sobresaliente ciudadano de bien, con acendradas virtudes personales que lo distinguieron a lo largo de la fructífera vida que hoy extrañamos tras su partida hacia las dimensiones superiores de nuestro Divino Creador.
Como acompañante en un importante tramo de su existencia, me debo, en honor a nuestra amistad, que estas virtudes sean reconocidas y sirvan también de ejemplo a las presentes y futuras generaciones.
Hijo de padre libanés y madre dominicana, nació en San Pedro de Macorís en 1941. Desde joven se destacó por su inteligencia y razonamiento lógico, con gran presteza y habilidad para las ciencias exactas.
En su adolescencia mostró vocación social e interés por el bienestar del país, participando en grupos de acción católica. Más adelante fue uno de los fundadores del Partido Reformista Social Cristiano, junto a figuras como don Alfonso Moreno Martínez, Rogelio Delgado Bogaert, J. Alfonso Lockward y Teófilo "Quico" Tabar, entre otros distinguidos ciudadanos. Se graduó de ingeniero civil con altos honores en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Su "vocaobligación", como él llamaba al servicio social a través de la política, le ganó importantes responsabilidades públicas.
En su carrera como ingeniero, continuada con un posgrado en Planificación Urbana en el Instituto de Planeamiento de Lima, Perú, en coordinación con la Universidad de Yale, conoció a quien sería su esposa, Gladys Ibarra, fina dama con la que procreó hijas que hoy son destacadas profesionales de la sociedad dominicana.
Don Pedro Caram y doña Altagracia Herrera tuvieron la dicha de traer al mundo hijos notables: además de Guillermo —o William, como le llamaban sus más cercanos—, Magaly, extraordinaria propulsora de una de las organizaciones que más han contribuido a la promoción y elevación de la dignidad social, Pro-Familia, y su red institucional, como el Instituto de Población y Familia; y Roberto, médico ya fallecido, dotado de una gran sensibilidad humana.
Su paso como subdirector y luego director de la Oficina Nacional de Planificación, donde aportó importantes proyectos de desarrollo y desempeñó un rol protagónico en la elaboración del Primer Plan Nacional de Desarrollo del país en 1970; su carrera como consultor —iniciada como socio fundador de Técnicos Proyectistas Asociados (TPA) y continuada en Arthur D. Little de Boston, EE. UU.—; su labor académica en prestigiosas universidades dominicanas; su gestión como director ejecutivo de APEC y de la Fundación de Crédito Educativo; así como su brillante ejercicio de economista en funciones como secretario técnico de la Presidencia, ministro de Finanzas y gobernador del Banco Central de la República Dominicana, revelaron su gran capacidad de gerencia, recordada por los positivos resultados en proyectos gubernamentales y en la economía nacional.
Algo que siempre llamó mi atención fue su natural dominio pragmático de la Teoría de Conjuntos, que aplicaba tanto a los aspectos técnicos como a los de orden político.
Pero lo más digno de destacar fue lo que conocí en su entorno íntimo. Fue un profundo creyente espiritual, un esposo tierno y dedicado, un padre extraordinariamente amoroso que colmaba de cariño a sus hijas y nietos, siempre maravillado ante el extraordinario milagro de la presencia de Dios en la Tierra, el Dios-Hombre Jesucristo. Encantaba con su sencillez al consultar y hacer partícipes a sus allegados de lo que sabía, y al preguntar ingenuamente sobre lo que creía ignorar.
Guillermo Caram Herrera fue reserva y promesa para aún más altas responsabilidades, quizá incluso la de dirigir nuestra República Dominicana por senderos más sólidos de desarrollo integral. Escuché personalmente muchas de sus originales ideas y brillantes planes prácticos para mejorar nuestra economía y el nivel de vida de todos los dominicanos y dominicanas.
Tras tu luminosa vida triunfante, puedes ir ahora satisfecho, a las alturas de Dios.
Hasta luego, Guillermo, hasta siempre.