Mi smartphone
La vida me obsequió un dispositivo que supera cualquier tecnología

Poseo un chulísimo Smartphone –teléfono inteligente- no nuevecito, pero sí en excelente estado. En realidad lo adquirí hace años, cuando no se consideraban tan a la moda, pero estoy tan contento de su calidad y lo mucho que me facilita la vida, sobre todo en estos tiempos tan vertiginosos, de muchas decisiones, que no lo cambio por ninguno de los nuevos y atractivos modelos, por modernos, inteligentes y "handy" que sean.
Me he apegado a mi S-Phone porque con paciencia y curiosidad; de hecho he descubierto que tiene miles de aplicaciones de las que apenas uso unas pocas docenas al día. Un gran ´feature´ o ventajosa característica es que posee tremendo espacio de memoria fija y un RAM, -acceso de memoria aleatoria- que permite manejar una amplísima red con miles de contactos y puedo acceder casi instantáneamente a los que deseo o necesito. Tiene además, una extensa biblioteca de juegos y entretenimientos –muy variados- que uso en mis momentos libres, como distracción o para aligerarme, cuando estoy atareado o hasta la coronilla de trabajo y obligaciones. Mi Smartphone también me entera, con excelente definición de detalle y calidad sonora, de numerosos eventos prácticamente de primera mano.
Este Smart tiene todas las características sistémicas que, de hecho, lo hacen un potente ordenador. Con una arquitectura que permite expansión y cambio matricial de su extenso sistema operativo que guarda, clasifica, procesa y mezcla las informaciones que recibo en él, he encontrado que sustituye -y hasta compensa, la obsolescencia de algunas de sus piezas con nuevos y más eficientes circuitos y sistemas, por lo que parece que el aparato me durará unos años más, que otros de la competencia del mercado.
A nadie interrumpo cuando lo utilizo, y es tan discreto e inadvertido que la mayoría de veces quienes están cerca de mí no se dan cuenta que estoy en pleno uso de él. Otra atractiva ventaja por la que no cambio mi Smartphone es que me permite hablar e interactuar con las personas a mi alrededor, mientras me estoy comunicando con mis otros contactos, sin parecer distraído, descortés o maleducado, pues me da la novedad de seguir viendo a los ojos de mis interlocutores presentes y conocer al instante el significado de sus gestos, su lenguaje corporal y comprender claramente lo que me dicen.
Estoy enamorado, orgulloso de mi maravilloso dispositivo. Lo mejor de todo, no tuve que comprarlo; fue un regalo que me dieron con motivo de un aniversario. En realidad, fue una donación. Como sea, esta donación –mi Smartphone, insisto ha resultado mejor que ningún otro de los que conozco.
Mis contactos y registros contienen miles de personas y millones de memorias, datos, e información de eventos, fenómenos y experiencias; puedo acudir al gugleo para encontrar conceptos, conocimientos y hasta me da, como la IA, informaciones que me permiten regodearme, solazarme, divertirme sin término ni fin, tomar decisiones y hasta también profundizar en el conocimiento de mí mismo y de otras personas: un vastísimo universo que aprovecho con fruición y facilita una comunicación más auténtica, mejor munida de sabios recursos, emocionalmente inteligentes, con otros seres –también dotados de Smartphones, adquiridos en un tercer mes aniversario.
No sé por qué profesionales y científicos de otras ramas disciplinarias quieren llamarlo de forma diferente. Siempre para mí, será mi Smartphone, a pesar del empeño de muchos de ellos, que insisten en que yo le llame mi cerebro.
Mas, yo sigo impertérrito, aprovechando lo que más puedo este extraordinario y maravilloso regalo de la existencia.