Feminicidios de Estado y Crímenes Ignorados en la Historia
Trujillo, Enrique VIII, Pinochet y los militares argentinos

Introducción
El Cristianismo puso desde sus inicios el énfasis en el reconocimiento de la Dignidad de la Persona Humana, y en la Virgen María como Madre de Dios.
Aquí revisamos el trasfondo de los mártires de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París (MEP) y del capuchino Fidel de Sigmaringa, insertándolos en una reflexión más amplia sobre las víctimas "colaterales y fundamentales" de los conflictos religiosos y políticos.
Los enfrentamientos confesionales en Europa y las misiones en Asia no fueron simples choques de fe, sino también escenarios donde los Jefes de Estado y líderes políticos instrumentalizaron la religión.
En este marco, la violencia contra mujeres, como en el caso del feminicidio de las esposas de Enrique VIII, encuentra paralelismos con crímenes de Estado posteriores, como el asesinato de las Hermanas Mirabal por Trujillo en 1960.
El ensayo conecta estas historias con la paradoja de que la ONU, fundada en 1945, sólo reconociera oficialmente el feminicidio como crimen político en 1999, a partir de un caso de un país "bananero", ocultando siglos de feminicidios practicados por las potencias fundadoras.
I. Europa en combustión: religión, poder y víctimas invisibles
La muerte de San Fidel de Sigmaringa en 1622 se sitúa en la larga secuencia de violencias religiosas iniciadas tras Lutero y Calvino.
En Alemania y Suiza, católicos y reformados se enfrentaron con matanzas recíprocas.
En Inglaterra, Enrique VIII rompió con Roma y desencadenó una cadena de feminicidios: Ana Bolena, Catalina Howard y otras mujeres ejecutadas bajo acusaciones instrumentales, donde la política dinástica se vistió de religiosidad.
Esos crímenes de Estado, dirigidos contra mujeres, son equivalentes a los feminicidios políticos posteriores en América Latina.
Mientras Fidel caía en los Grisones, Europa acumulaba víctimas ocultas por el discurso oficial de reyes, príncipes y reformadores.
II. San Fidel de Sigmaringa y la dimensión política del martirio
Fidel, jurista convertido en capuchino, fue enviado a predicar en zonas hostiles.
Su muerte refleja tanto la fe como la instrumentalización política de la religión: para los poderes locales era un emisario de Roma y de monarquías católicas rivales.
Su canonización posterior lo convirtió en símbolo, pero no siempre se resaltó el contexto de luchas de Estado que condicionaron su martirio.
El trasfondo político es inseparable del religioso.
III. Misiones y diplomacia: la MEP en Asia
La MEP, fundada bajo Propaganda Fide, llevó la misión a Vietnam, Corea y China.
Sus mártires —Pierre Borie, Laurent Imbert, Auguste Chapdelaine— encarnan el choque entre fe y geopolítica, donde la diplomacia francesa y los intereses coloniales se entrelazaron con la evangelización.
Las víctimas, misioneros y laicos locales, fueron sacrificados en tensiones donde imperios y Estados dictaban las reglas del juego.
IV. Feminicidios históricos y paralelismos
El asesinato de mujeres bajo Enrique VIII puede ser considerado uno de los primeros feminicidios de Estado en la modernidad.
Siglos después, en 1960, las Hermanas Mirabal en la República Dominicana fueron asesinadas por la dictadura de Rafael Trujillo, un crimen que se convirtió en símbolo mundial.
En Chile, Augusto Pinochet ordenó la represión con miles de víctimas femeninas; en Argentina, la dictadura militar lanzó incluso mujeres embarazadas desde aviones.
Estos crímenes forman una galaxia de espiral histórica donde la violencia de género es parte del arsenal político de los Estados.
V. La ONU y la tardía visibilización del feminicidio
Al fundarse en 1945, la ONU no clasificó los feminicidios históricos como crímenes de Estado, a pesar de precedentes claros en Europa y América.
Sólo en 1999, con el caso de las Hermanas Mirabal —en un país pequeño del Caribe—, la organización adoptó oficialmente el 25 de noviembre como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
La paradoja es evidente: las potencias fundadoras habían practicado feminicidios y crímenes de género en sus propios territorios o colonias, pero silenciaron esas responsabilidades hasta que el tema emergió desde la periferia.
Conclusión
El martirio de Fidel de Sigmaringa y los mártires de la MEP en Asia se entrelazan con la violencia estructural contra mujeres en la historia de la política y la religión.
Las víctimas femeninas —desde las reinas y esposas ejecutadas en Inglaterra hasta las Hermanas Mirabal en el Caribe— revelan que los enfrentamientos religiosos y políticos siempre tuvieron un componente de control sobre los cuerpos y la vida de las mujeres.
La ONU reconoció este patrón tardíamente, mostrando cómo la historia oculta crímenes de Estado cuando involucran a potencias mayores.
El paralelismo entre Enrique VIII y Trujillo, entre las hogueras europeas y las dictaduras latinoamericanas, nos habla de una espiral histórica de violencia que sólo puede romperse con verdad, memoria y justicia.