×
Versión Impresa
versión impresa
Secciones
Última Hora
Podcasts
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Juegos
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Redes Sociales

El desafío de Corina Machado: Cuando eclipsar al maestro se convierte en riesgo

El brillo del alumno, aunque se revista de humildad, siempre incomoda al maestro, sobre todo cuando este vive de ser el sol alrededor del cual giran los demás planetas

Expandir imagen
El desafío de Corina Machado: Cuando eclipsar al maestro se convierte en riesgo
María Corina Machado brilla en la escena internacional con el Nobel de la Paz. (FUENTE EXTERNA)

En el complejo tablero del poder no basta con tener razón, talento o popularidad, porque a veces brillar demasiado puede ser un error estratégico. Así lo advierte la primera de Las 48 leyes del poder de Robert Greene: "Nunca eclipses al maestro". Esta máxima, que parece escrita para cortes reales o para las oficinas donde se miden egos y jerarquías, cobra sentido en la escena política internacional con el reciente Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado, cuyo ascenso simbólico coincidió con las aspiraciones de Donald Trump al mismo galardón.

La venezolana, convertida por el Comité Nobel en figura global, recibió el premio en medio de un clima polarizado, con reacciones que oscilaron entre la euforia y la desconfianza. Pero el detalle más revelador fue su dedicatoria: aceptó el premio "en honor" al expresidente Trump, reconociendo su apoyo a la causa venezolana. A primera vista, fue un gesto de gratitud. Sin embargo, desde la óptica de Greene, también fue una maniobra de contención, una forma de suavizar el inevitable eclipse de quien, desde el norte, se creía destinado a encabezar el panteón de los pacificadores modernos.

Trump reaccionó con una mezcla de cortesía y desdén. Agradeció la llamada telefónica de Machado, pero de inmediato descalificó al Comité Nobel, acusándolo de "politizar" la paz. En ese doble movimiento —agradecimiento y ataque— se revela la mecánica del poder herido. Ningún líder que ambiciona el centro del escenario tolera ser desplazado sin mostrar las uñas. Es la reacción natural del maestro que percibe al discípulo como amenaza, y del político que entiende que, en la guerra simbólica de los reconocimientos, perder visibilidad equivale a perder influencia.

Cuando la Ley 1 cobra vida

La primera ley de Greene no habla de ética, sino de supervivencia. Recomienda no eclipsar a quien ostenta el poder porque, al hacerlo, se despierta el reflejo más peligroso del ego: la inseguridad. En el caso de Machado, la coincidencia con Trump en la antesala del Nobel convirtió su triunfo en un espejo incómodo para un líder que ha hecho del protagonismo su fuente de autoridad.

La reacción de la Casa Blanca y de los círculos más cercanos a Trump fue inmediata. El director de comunicaciones del Gobierno de Estados Unidos declaró que el Comité Nobel "demostró que pone la política por encima de la paz", y el enlace norteamericano para Venezuela, Richard Grenell, sentenció que "el premio está muerto". Ambas expresiones reflejan más que una opinión: son la voz del poder que se siente desplazado, una respuesta clásica del "maestro" cuando percibe que el alumno ha cruzado el límite de la deferencia.

Desde la perspectiva de Greene, ese tipo de reacciones encajan a la perfección en la lógica del poder herido. Cuando alguien se eleva por méritos propios en un terreno que otro considera suyo, el instinto del superior es desacreditar la fuente del ascenso. Trump no podía impedir que Machado recibiera el Nobel, pero podía restarle valor simbólico, presentándolo como un premio contaminado por intereses políticos. En esa descalificación se resume la defensa del ego que se resiste a aceptar que ha sido eclipsado.

El equilibrio entre el gesto y la prudencia

El Nobel de Machado no fue solo un reconocimiento, sino una jugada que alteró el equilibrio de prestigios dentro del bloque conservador occidental. Trump, que esperaba coronar su retorno con una consagración internacional, se vio obligado a compartir la luz con una figura del mismo espectro ideológico. El brillo del alumno, aunque se revista de humildad, siempre incomoda al maestro, sobre todo cuando este vive de ser el sol alrededor del cual giran los demás planetas.

Por eso, la dedicatoria de Machado no fue una cortesía cualquiera. Fue un gesto calculado para reducir el choque con una figura que conserva capacidad de influencia y seguidores fervientes. En la práctica, intentó convertir el reconocimiento individual en una victoria compartida, incorporando al maestro en su triunfo para no parecer que lo desplazaba. Esa maniobra muestra instinto político y comprensión del juego del poder, donde cada palabra puede significar una provocación o una tregua.

Sin embargo, ningún gesto de diplomacia borra el hecho simbólico: la discípula brilló más. Al asumir el protagonismo global que Trump anhelaba, Machado encarnó la excepción que confirma la ley. Su ascenso demuestra que, a veces, el poder no castiga la intención, sino el resultado. Por eso Greene advierte que eclipsar al maestro no siempre es un acto consciente, sino una consecuencia inevitable del éxito.

María Corina Machado ha entrado en ese terreno movedizo donde la gratitud puede confundirse con desafío. Su reto no será mantener el Nobel, sino sostener el equilibrio entre la prudencia y la afirmación personal, evitando que su éxito sea interpretado como insolencia por quienes aún manejan los resortes del poder global. En definitiva, se confirma que, en el arte del poder, la gloria tiene precio. A veces el riesgo no está en caer, sino en brillar demasiado alto.

TEMAS -