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Del asfalto a la caja registradora; la gran industria que se activa tras cada accidente de tránsito

Los accidentes de tránsito en República Dominicana generan tragedia y negocio a la vez

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Del asfalto a la caja registradora; la gran industria que se activa tras cada accidente de tránsito
Cada siniestro activa una cadena económica que beneficia a múltiples sectores. (DIARIO LIBRE / ARCHIVO)

El descuido que ha permitido que ocurran tantos accidentes en la República Dominicana,  no solo se refleja en más de dos mil muertes al año y en decenas de miles de lesionados.

Ese descuido, acumulado por décadas, ha engordado a toda una industria que saca provecho de la gran debilidad nacional en materia de seguridad vial.

Cada siniestro activa una cadena económica que va desde hospitales, clínicas, talleres de reparaciones de vehículos,  vendedores de repuestos, aseguradoras, abogados, grúas,  funeraria, entre otros.  

Todos ven aumentar su carga de trabajo, en fin las consecuencias de los accidentes  se convierten en un esquema de negocio favorable para múltiples sectores.

Mientras  que para las familias se traducen en luto, deudas y vidas truncadas, para otros sectores significa importantes dividendos.

Según reportes de prensa basados en datos del sector asegurador, en 2024 se pagaron más de RD$14,000 millones en indemnizaciones vinculadas a accidentes de tránsito, una cifra que ilustra el tamaño financiero que alcanzan las consecuencias de los accidentes en el país.

El impacto se extiende al plano legal y de asistencia vial;  profesionales del derecho especializados encuentran nuevos casos que atender, mientras las empresas de grúas movilizan sus equipos cada vez que un vehículo debe ser retirado de la vía.

Así como tambien las funerarias que son las que atienden la dimensión más dolorosa de este fenómeno, con servicios de velatorio, traslados y sepulturas.

En todos estos casos, hay que resaltar que  el ingreso económico no surge de un plan deliberado, sino como efecto inevitable de la magnitud de los siniestros viales.

Sin embargo, mientras esa red de comercios y servicios recibe ingresos como consecuencia de los siniestros, las grandes perdedoras siguen siendo las familias, que se ven   enfrentadas a  la pérdida irreparable de sus seres queridos o la carga de convivir con parientes con lesiones permanentes y discapacidades.

A esto se suma el alto gasto de bolsillo  pagos,  copagos, materiales ortopédicos, prótesis y terapias de rehabilitación que muchas veces desbordan la capacidad económica de los hogares y los hunden en deudas.

Mientras  estos sectores de la  economía  se robustecen con el caos.

Nuestra incapacidad como nación  de poder  prevenir un mayor numero de  accidentes o reducirlos al maximo posible,  mantiene viva una economía paralela que se fortalece con cada choque.

Al final, lo  inquietante es que la industria de la desgracia, no la sostienen inversionistas lejanos, sino nosotros mismos; con impuestos, con seguros, con gastos médicos, con deudas y con dolor.

Pensándolo bien, ante este enfoque lateral sobre los "beneficios" que producen los accidentes, cualquiera pudiera pensar mal.

La pregunta incómoda es inevitable; ¿seguiremos tolerando un sistema donde el descuido colectivo se traduce en negocio para algunos y en tragedia para todos?

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