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La acción política de la educación

Despolitizar la gestión educativa es clave para garantizar calidad y eficiencia

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La acción política de la educación
La escuela forma al ciudadano que la sociedad decide construir. (ARCHIVO)

La formación que reciben los niños en las aulas no es el fruto del azar. Detrás hay todo un proceso de reflexión que parte de principios filosóficos, políticos y morales. La pregunta que origina y desencadena el proceso de planificación curricular es simple, se refiere al tipo de hombre, de ciudadano, que se quiere formar, construir, como resultado de la acción intencional de la escuela. Implica, también, la definición de los valores culturales que la sociedad quiere preservar y fortalecer.

Para definir ese ideal de hombre y de sociedad, hay que considerar muchas interrogantes. Por ejemplo, ¿en qué tipo de sistema político se vive: uno basado en la democracia representativa, o en uno parlamentario, en un reinado, un estado laico separado de las religiones o en uno confesional como el que predomina en Irán; cuáles valores son propios del sistema de gobierno elegido?; qué papel cumplen los ciudadanos en ese sistema de gobierno?; cómo se reflejan estas definiciones en la constitución y las leyes del país?, entre otras cuestiones no menos importantes como lo es el modelo educativo a seguir: basado en la práctica como el sistema americano o en la racionalidad del enfoque francés?

Establecido este marco conceptual entonces se precisan las finalidades, principios y valores que la educación debe procurar inculcar en cada ciudadano en consonancia con el marco filosófico ya establecido.

En otras palabras, la acción de la escuela responde fundamentalmente al tipo de gobierno y de sociedad que se quiere fortalecer. Es una acción política. La escuela responde a las aspiraciones de la sociedad y al sistema político establecido y que se quiere fortalecer.

Es por esa razón que los cambios sociales vía la educación son muy difíciles de lograr. Lo que se espera de la acción de la escuela es que se fortalezcan los valores establecidos en la cultura y el sistema de gobierno en que se vive, no cambiarlos.

Las desviaciones del modelo son perseguidas y condenadas. Fue el caso de P. Freire en Brasil que intentó cambiar los métodos de alfabetización y lograr como resultado del proceso una conciencia liberadora, un hombre nuevo, libre.

La escuela es efectiva cuando fortalece el modelo de sociedad, no cuando intentan cambiarlo. No obstante, siempre hay un margen de libertad de actuación, de libre albedrío.

Un caso típico a estudiar es el de Barcelona. Durante años la escuela inculcó la idea de las diferencias culturales con el resto de España, se impuso el catalán como la lengua oficial de la escuela y se llegó a votar por su independencia del Reino de España. Los más jóvenes, que por más de 20 años fueron expuestos a estas ideas, votaron masivamente por la independencia. ¿Qué pasó?: Actuó el poder político central para restablecer el orden, el parlamento, el reinado. Los líderes debieron salir del país con procesos penales.

En nuestro país hasta los años ochenta y noventa era difícil encontrar en un libro de texto la imagen de una persona de color negro. Los blancos siempre eran mayoría y realizaban las actividades de cuello blanco: médicos, ingenieros, abogados, etc. Si aparecía un negro era en labores marginales como cortar caña o limpiar las aceras. Se inculcó el valor del blanco como referente social. Así, hoy nos definimos como indio oscuro, moreno, pero nunca como negro. Lo bello es el pelo lacio, el pelo crespo no es bien visto. El proceso de blanqueamiento de la raza que impulsó Trujillo en la frontera con Haití se impuso también en las aulas a través de inculcar los valores de la cultura hispánica, blanca.

La acción de la escuela es siempre intencionada y se orienta a garantizar el modelo de sociedad establecido. Si falla e intenta cambiar el rumbo de lo aceptado, entonces operan otras fuerzas sociales más poderosas, como ocurrió en Barcelona, para devolver el modelo ideal de sociedad.

La acción de la escuela es política, pero la gestión del sistema educativo debe estar al margen de los partidos políticos. Despolitizarla es absolutamente necesaria para que las decisiones se basen en la búsqueda de la eficiencia, la calidad.

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