Marcelo Bermúdez trasciende su existencia
La partida de Marcelo Bermúdez deja un legado de lucha, patriotismo y entrega absoluta a su pueblo

La partida de Marcelo Bermúdez deja un legado de lucha, patriotismo y entrega absoluta a su pueblo. Su vida fue testimonio de convicción, coraje y compromiso democrático.
Escultor, diplomático, empresario y patriota, su ejemplo perdura en su familia -su compañera de siempre, Margarita García, y sus hijos Mícalo, Camilo, Soto y Marcelo-, así como en sus amigos cercanos y en todos aquellos que compartieron con él la pasión por una República Dominicana más justa.
Dirigente histórico del 14 de Junio y del Partido de la Liberación Dominicana, Marcelo fue una voz firme en los momentos más duros, un hombre que jamás se rindió ante la adversidad y que entendió la política como servicio y sacrificio.
Su vida no fue solo de ideas; fue de acción, entrega y lealtad inquebrantable a los valores democráticos.
Altivo y valeroso, su voz alcanzó montañas. No temió señalar injusticias ni enfrentar poderes cuando la dignidad lo exigía.
Su compromiso no fue circunstancial: fue esencia. Cada decisión y cada paso estuvieron guiados por la búsqueda de una sociedad más equitativa y libre.
Marcelo dejó huellas profundas en la política, en la cultura y en todos los ámbitos donde actuó.
Diplomático visionario, empresario con sentido social y artista de espíritu creativo, combinó múltiples talentos con una sensibilidad cívica que lo distinguió.
Su humanismo se reflejó tanto en los grandes debates nacionales como en las pequeñas acciones cotidianas, donde se mostraba cercano, solidario y atento al bienestar ajeno.
Nunca olvidaré nuestra emotiva jornada en las Naciones Unidas, cuando, antes de partir como embajador en Corea del Sur en 1999, recorrimos juntos los hitos de la institución.
Marcelo repasaba la labor de los secretarios generales, reflexionando sobre el papel del multilateralismo, sus desafíos y sus promesas. Con lucidez crítica y esperanza activa, expresaba su deseo de que las instituciones internacionales fueran más eficaces en la defensa de la paz y la justicia social.
Aquel encuentro reveló su visión global y su confianza en la acción colectiva para transformar realidades.
Pero más allá de lo público, brilló su calidad humana. Su ejemplo perdura en la integridad de su familia, en sus amistades y en quienes lo admiraron.
Su legado no se mide solo en las batallas que libró, sino en la inspiración que sembró. Marcelo enseñó que el verdadero poder reside en el servicio, que la justicia exige constancia y que el amor a la patria se demuestra con sacrificio.
Hoy despedimos físicamente a un hombre grande, pero no decimos adiós a su luz. Los seres como Marcelo no se van: permanecen. Su memoria es brújula y su vida, lección.
Que su ejemplo nos acompañe siempre en la tarea permanente de construir un país más digno, libre y solidario. Su voz, su espíritu y su entrega seguirán marchando con nosotros.

José Manuel Castillo Betances
José Manuel Castillo Betances