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La bitácora del maestro: Crónicas constitucionales desde el aula pública (Clase 11)

"La Constitución también es mía" (Aula Gregorio Luperón High School — Nueva York)

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La bitácora del maestro: Crónicas constitucionales desde el aula pública (Clase 11)
Esta semana, la estrategia Constitución Viva para Todos y Todas me llevó a la Gregorio Luperón High School en Nueva York. (FUENTE EXTERNA)

Hay aulas que no necesitan estar en territorio dominicano para sentirse dominicanas. Esta semana, la estrategia Constitución Viva para Todos y Todas me llevó a un espacio muy distinto a los liceos de Pantoja, Los Alcarrizos o Villa Mella: un salón iluminado por la luz fría de Manhattan, paredes llenas de trabajos en inglés y jóvenes que hablan con acentos mezclados, pero que se reconocen —sin dudar— como hijos e hijas de la República Dominicana.

Fue en la Gregorio Luperón High School, donde viví una de esas jornadas que confirman por qué educar en Constitución es una forma de sembrar país más allá de cualquier frontera. Allí, antes de comenzar, una estudiante me preguntó: "Profe, si yo vivo aquí, ¿esa Constitución también es mía?". Esa pregunta, tan simple y tan honda, definió toda la clase.

¿Cómo se vive la identidad dominicana en la diáspora?

Entré al aula con el mismo método que llevamos a cada liceo público del país: una pregunta que abre caminos, un audiovisual breve que activa el pensamiento crítico y una conversación que nace del respeto. Les proyecté el mismo video que usamos en República Dominicana y, al verlo, noté algo que siempre me conmueve: el brillo en los ojos de quienes descubren que su identidad jurídica, cultural y cívica no se pierde por cruzar un océano ni mudarse a un edificio de ladrillo rojo en el Bronx o en Manhattan. La patria, entendieron ellos, se sostiene en la memoria y en los derechos que nos acompañan dondequiera que estemos.

 

La dinámica de trabajo en grupos —como hacemos semanalmente con nuestros estudiantes de 5to y 6to— reveló otra verdad profunda. Cuando les pedí que identificaran los derechos sociales que más impactan la vida de un joven dominicano, surgieron las mismas palabras que en los liceos de Santo Domingo: salud, educación, vivienda, seguridad social y oportunidades.

¿Qué impacto tiene la Constitución en los jóvenes dominicanos fuera del país?

En esos minutos hubo un puente invisible que unió dos territorios, porque las necesidades humanas no cambian con el código de área. Allí, en mesas metálicas y sillas grises, estos jóvenes discutieron con la misma pasión con que lo hacen sus pares en Sabana Perdida o Villa Duarte. Y entonces alguien dijo: "La Constitución también es mía, aunque mi cedula sea americana." Esa frase bastó para justificar años de trabajo.

Tomamos como anclaje los artículos 38 al 62 de nuestra Constitución, especialmente el Artículo 8, donde se establece el deber del Estado de garantizar el bienestar general. Les expliqué que, aun viviendo fuera, sus derechos como dominicanos siguen vivos y que su vínculo con el país no es sentimental solamente: es jurídico, cultural y político. Les compartí un dato que siempre despierta reflexión: más del 40 % de los hogares dominicanos recibe ayuda económica directa de la diáspora.

Y añadí otro dato de economía política que estremeció el aula: si la diáspora fuera una provincia, sería la provincia 159, con un peso económico superior al de muchas regiones del territorio nacional. Esa dimensión cambió la perspectiva de todos: entendieron que sus derechos y su identidad importan no solo por nostalgia, sino por impacto real en la vida del país.

Mientras caminaba entre las filas, escuchando sus conclusiones, pensé en el poder simbólico de ver a jóvenes dominicanos —nacidos aquí o allá— analizando derechos sociales con la Constitución en la mano. La patria, en ese instante, cabía en una página subrayada. Y comprobé de nuevo una de mis convicciones más profundas: cuando un joven comprende sus derechos, deja de tener miedo y empieza a construir historia. Esa es la esencia de esta estrategia: transformar la educación constitucional en una vacuna contra la resignación.

La actividad final —el carnet de identidad constitucional— tuvo un giro inesperado. Una estudiante escribió detrás del carnet: "Soy dominicana aunque cruce tres estados para llegar a esta escuela." Guardé silencio unos segundos, porque esas palabras contienen el sentido completo del proyecto.

La Constitución no es solo un texto jurídico; es un lugar donde cada dominicano encuentra su nombre, su dignidad y su derecho a pertenecer. Y pertenecer —en un mundo que empuja a la gente a vivir lejos— es uno de los mayores actos de resistencia emocional.

Al cerrar la clase, les dije lo mismo que repito en cada provincia y cada barrio del país: "La dignidad no se mendiga; se ejerce." Ellos respondieron con un aplauso largo, cálido, profundamente nuestro. En ese momento, con el eco del aula y la bandera tricolor en la pared, recordé una frase eterna de Duarte: "Vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor."

Ellos, jóvenes de la diáspora, demostraron ese honor en cada palabra, en cada pregunta y en cada gesto.


TEMAS -

Defensor del Pueblo de la República Dominicana.