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Redes Sociales

La bitácora del maestro: Crónicas constitucionales desde el aula pública (Clase 13)

Redes sociales, dignidad y libertad de expresión en tiempos de algoritmos

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La bitácora del maestro: Crónicas constitucionales desde el aula pública (Clase 13)
Usamos como detonante un fragmento de la película The Circle (2017), que muestra cómo la tecnología, cuando no se regula éticamente, invade la vida hasta arrancar su esencia. (FUENTE EXTERNA)

Hay aulas que se convierten en un país entero. Aulas donde la conversación deja de ser un ejercicio académico y se vuelve un acto de ciudadanía. Así ocurrió esta semana en la Clase 13 del programa Constitución Viva para Todos y Todas, impartida en el Centro Educativo República de Guatemala, donde discutimos uno de los temas más urgentes de este tiempo: el poder —y el peligro— de la libertad de expresión en la era digital.

Entré con una pregunta que descolocó a la mayoría: "Si tu vida digital se convirtiera en expediente, ¿cuál versión de ti quedaría escrita?" Hubo un silencio que no fue de timidez, sino de reconocimiento. Ese silencio decía: "yo sé que esto me afecta". Y tenía razón. Según el Informe Global de Riesgos Digitales 2024, el 62% de los jóvenes latinoamericanos ha sido afectado por desinformación en redes, y el 57% reconoce que ha compartido contenido sin verificarlo. El Observatorio del Defensor del Pueblo añade otro dato vital: tres de cada cuatro adolescentes dominicanos cree que las redes pueden destruir una reputación más rápido que cualquier mentira oral.

 

La Constitución, siempre clara, ofrece su marco ético. El Artículo 49 garantiza la libertad de expresión. El Artículo 44 protege la honra, la intimidad y la propia imagen. El Artículo 38 establece que la dignidad humana es inviolable. Entre esos tres artículos se dibuja una verdad: expresar no puede convertirse en dañar; comunicar no es un permiso para aniquilar. Como decía Duarte, "la palabra es la espada de la justicia", y una espada usada sin responsabilidad deja de ser justicia para convertirse en destrucción.

Usamos como detonante un fragmento de la película The Circle (2017), que muestra cómo la tecnología, cuando no se regula éticamente, invade la vida hasta arrancar su esencia. La discusión fue intensa. Una estudiante dijo con crudeza: "Profe, yo siento que todo el mundo opina sobre mi vida, aunque no me conozca". Otro comentó: "La libertad es un derecho, pero también una frontera". Esa frase contenía, en su sencillez, la pedagogía constitucional que buscamos: entender el límite como protección, no como censura.

Después escuchamos un audio-episodio producido para esta clase, que planteaba un rumor viral creado a partir de una manipulación digital. La reacción fue inmediata: incredulidad, indignación, miedo. Porque saben que hoy un montaje puede cambiarlo todo.

Trabajaron en grupos con tres preguntas ancla:

  1. ¿Cuándo la libertad de expresión se convierte en daño?
  2. ¿Qué responsabilidad tienes al publicar?
  3. ¿Cómo se protege la dignidad en un entorno donde todo queda grabado?

Las respuestas fueron profundas, casi adultas: hablaron de ética digital, veracidad, presunción de inocencia, responsabilidad ciudadana, empatía, consecuencias legales y dignidad humana. Uno de los grupos concluyó: "Si no verifico, participo del daño; si verifico, participo de la verdad". Era, sin saberlo, una síntesis del espíritu del artículo 74 de la Constitución: el ejercicio de los derechos implica responsabilidades.

En la dinámica final —"Analiza, representa y evalúa"— cada grupo dramatizó un caso de conflicto digital y propuso una solución constitucional. Una estudiante, al cerrar su dramatización, sostuvo el texto de la Constitución y dijo: "Esto no es solo una ley; esta es la protección de mi ser". Ese mi ser es la verdadera meta del programa: que cada joven entienda que la Constitución no es un libro, sino un escudo ético que acompaña su vida cotidiana, su identidad y su futuro.

 

Mientras caminaba hacia la salida, pensé en lo que venimos construyendo: Constitución Viva para Todos y Todas no es un programa educativo; es una arquitectura nacional de ciudadanía. Cada lunes, en cada liceo, la Constitución baja del pedestal y se sienta en un pupitre. Se vuelve humana, se vuelve útil, se vuelve herramienta. Y esa es la verdadera transformación.

Como advierte Byung-Chul Han, "la transparencia total y la exposición permanente pueden deshumanizar al individuo". Frente a esa amenaza global, nuestra Constitución nos devuelve una brújula ética: dignidad, honra, libertad, responsabilidad. Ese es el país que debemos cultivar desde la escuela.

Porque sin responsabilidad, la libertad se diluye; con ella, la libertad se convierte en construcción común.

TEMAS -

Defensor del Pueblo de la República Dominicana.