Omertá
La omertá funciona como un código de silencio entre los corruptos
Muchos, probablemente la mayoría, de los citados en el expediente del caso Medusa demostrarán su inocencia o llegarán a acuerdos con la fiscalía o explicarán su relación con los acusados. Hasta que no es declarado culpable por un tribunal, un ciudadano es inocente.
Pero el expediente del caso Medusa explica mucho más allá de la corrupción en la PGR o de la responsabilidad personal, organizacional o societaria de los ciudadanos nombrados en la investigación de la Pepca.
Es una larga narrativa de una manera de entender el manejo del dinero público. Un manual de cómo mover y esconder el dinero. De una retorcida y viciada relación entre el sector público y el privado. De lo difícil que es la lucha contra la corrupción porque, sencillamente, hay un conveniente pacto de silencio para ignorar las “indelicadezas”. Omertá.
Una historia de hasta dónde y cómo se pueden sortear los límites de la decencia. De la dependencia del sector privado de los contratos públicos (qué lejos que quedan aquellos tiempos en los que los políticos necesitaban a los empresarios). Es un no tan disimulado relato de cómo las relaciones sentimentales lícitas o ilícitas y las amistades de la infancia deforman las estructuras del Estado y los procesos. De qué indefensos estamos los demás.
Es bueno que el expediente se diera a conocer así, entero, porque lo que se lee entre líneas es mucho más importante que la retahíla de nombres y sociedades. El relato en el expediente es una biopsia de la sociedad dominicana. Deseablemente, estamos lejos de la necropsia.
Se pasan las páginas y poco a poco surge la respuesta para los que se preguntan por qué tantos jóvenes talentosos quieren irse del país.
Es fácil: porque así no se puede.