La Ley del silencio
Desafíos y obstáculos en la gestión de la Cámara de Cuentas
La Cámara de Cuentas pasó de una frenética presencia en los medios al absoluto anonimato. Ante el asombro general, los jueces y las juezas (se hace necesario recalcarlo) discutían en privado y en público durante el primer año de su gestión. Hubo denuncias de acoso sexual, de encubrimiento de auditorías, de retrasos intencionados, filtraciones a medios amigos, desmentidos a medios enemigos...
Y después... nada.
Una política de silencio, que podría ser interpretada como discreción pero también como encubrimiento, sacó al organismo de la agenda de discusión pública. Y lo más grave: a nadie le interesó cómo terminó la trifulca. Tampoco, si seguían haciendo su trabajo o no.
Ahora toca elegir los miembros para este periodo 2024-2028. Al menos 85 ciudadanos ya han depurado su documentación y están prestos a ser examinados.
¿Cuál es el balance de la Cámara saliente? Será interesante ver si publican unas Memorias porque es el organismo con el mandato más delicado: auditar a todos los demás. Con una Cámara de Cuentas trabajando correctamente y a tiempo nos ahorraríamos años de tribunales, de injustos linchamientos públicos y de sentencias tardías. Nos ahorraríamos dinero público, retrasos en políticas necesarias y funcionarios indolentes. Podríamos atajar problemas a tiempo y lograr una eficiencia del aparato público que no termina de llegar.
Pero... hace 20, 30 años que se repite la misma letanía. Que los recursos humanos y financieros no alcanzan. Que las presiones de funcionarios son insoportables, las empresariales no faltan, la injerencia política paraliza el trabajo. Que el organismo está mal diseñado y las decisiones se toman atropelladamente...
Todos los presidentes recientes han denunciado tantas dificultades para hacer su trabajo que lo que sorprende es que todavía haya candidatos dispuestos al sufrimiento que parece conllevar el cargo.