Tenis e impuestos
La nueva era del tenis no puede escapar de los viejos problemas fiscales
No habíamos superado el pesar por el retiro de Rafael Nadal cuando Carlos Alcaraz nos ha dado razones para pegarnos de nuevo al televisor para ver un partido de tenis.
Las chicas, Sabalenka y Paolini especialmente, daban razones para no claudicar. Son divertidas, expresivas y juegan maravillosamente bien. Además, sus partidos son a tres sets y eso se agradece. (En estos tiempos a las óperas les sobra un acto, al béisbol dos entradas y al fútbol quince minutos en cada tiempo).
Pero Janick Sinner y Carlos Alcaraz ofrecen la rivalidad y el espectáculo que se creía perdido después de la era de Nadal y Federer. (Djokovic es el mejor de todos los tiempos... pero como que no emociona.)
Después de las gestas épicas llega la vida real: llega Hacienda.
Carlos Alcaraz ganó el Roland Garros, el resultado de una vida entrenando, pagando de su bolsillo técnicos, entrenadores, campos de entrenamientos, psicólogos, fisios... Creando empleo y riqueza con su juego, que es su trabajo.
Y ganó el gran premio, más de dos millones de euros... de los que deberá entregar el 46 % a la hacienda española.
Sí, sí... digan eso de que a más impuestos mejores servicios públicos, que hacienda somos todos y que el que más gana debe pagar más y que en Finlandia hubiera tenido que desembolsar más y que... Todo lo que se dice en estos casos.
La pregunta que cada vez más ciudadanos se hacen, en todos los países, es ¿utilizan los gobiernos nuestro dinero de manera correcta y reditúa en nuestro progreso? Porque cada vez más ciudadanos aspiran a ser funcionarios, a vivir del Estado en burocracias hipertrofiadas (nacionales y supranacionales), cuando es el Estado el que vive del trabajo de los ciudadanos. ¡Algo no cuadra en esta ecuación!