Decoro mental
El dolor de Cuba: entre el éxodo y la represión en la isla
Cuba duele a muchos, pero a nadie duele más que a los que todavía siguen allá. Leonardo Padura, en una entrevista concedida a Diario Libre hace unos meses, se lamentaba del éxodo indetenible. Se quedan en Cuba los mayores, los que no pueden salir y los que todavía creen que están haciendo una revolución o no lo creen pero se arriman al poder.
En estos días las noticias son desalentadoras. La deficiencia alimentaria (hambre, para que nos entendamos) y la falta de electricidad y gas se suman con toda su crudeza a la represión de una dictadura estúpida y cruel. Protestar puede acarrear cinco, diez años de cárcel. Los acuerdos de Díaz Canel con el papa León XIV se incumplen. Presos políticos, algunos mayores de 70 años, fueron liberados pero están siendo reapresados. La Revolución no da para tanto; pensar y hablar no está permitido.
La guinda del pastel la ha puesto la ex ministra cubana de Trabajo, Marta Elena Feitó, al declarar que en Cuba no hay mendigos, que son infiltrados que se disfrazan. Tal ridiculez le ha valido la renuncia "voluntaria". Hasta en la farsa revolucionaria hay límites de decoro mental.
Leer la prensa cubana es un ejercicio fascinante de periodismo práctico. Granma, órgano oficial del comité central del Partido Comunista de Cuba o Juventud Rebelde primero, para ver las instrucciones del gobierno. 14ymedio o Cubanet para entender qué pasa realmente en la calle. Dos países y un solo problema verdadero.
En todos se cuelan informaciones sobre las organizaciones internacionales que (no se puede ocultar) han tenido un idilio con los Castro por décadas, con la maravillosa música de la trova cubana de fondo. Organizaciones que no han servido, ni sirven hoy, para aliviar la tragedia del pueblo cubano.