Un año después...
El gran robo de 2024, cómo Maduro falsificó 4 millones de votos
El 28 de julio de 2024 Nicolás Maduro robó las elecciones presidenciales que había perdido por una diferencia de cuatro millones de votos. A Maduro le encantan las elecciones y sus seguidores -dentro y fuera de Venezuela- simulan creer que son legítimas. Un año después, el mundo que se escandalizó (como tocaba), sigue otras guerras y otros problemas (como se preveía). A Venezuela no se le hace ya tanto caso. ACNUR maneja la cifra de 7,9 millones de desplazados.
6.5 millones de venezolanos se han refugiado –por razones políticas o económicas- en los países vecinos. España y Estados Unidos reciben también grupos de migrantes y la acogida no es siempre fácil. Se multiplican los problemas por regularizar su situación, muchas veces por la ineficiencia y/o la mala disposición de las oficinas consulares y embajadas venezolanas todavía abiertas. Tampoco la solidaridad es tan cálida como lo fue hacia la primera oleada.
Las democracias se defienden mal de las dictaduras. Se da por descontado que el que pierde unas elecciones se va y las dictaduras han aprendido que ya no hacen falta tantos tanques; la represión continua y el lento pero sostenido debilitamiento de las instituciones funcionan mejor. Cuba exporta métodos represivos probados y a China, Rusia, Corea y demás paraísos terrenales les conviene un narcoestado amigo.
Aunque Maduro tiene ya menos apoyos, encuentra resquicios. Ambigüedades diplomáticas aviesas: hay países, como España, que no reconocen a González Urrutia como presidente. Otros, como República Dominicana, pusieron las cosas claras desde el principio del fraude.
Maduro y su banda no se van a cansar. Tampoco los que le apoyan desde la comodidad de una democracia. Por eso es tan importante persistir en defender la legalidad, en alentar a los que desde dentro o desde el exilio luchan contra la pesadilla chavista.