Cuando se llega al millón de dólares
Christie´s consagra el talento de Firelei Báez
Firelei Báez es un nombre que sonaba desde hace unos años en los circuitos de críticos de arte y coleccionistas dominicanos. A principio como alguien "a quien seguir". Pero ya en 2018 había colocado en una estación del metro neoyorquino cuatro murales de mosaicos que le permitieron también una visibilidad pública importante que ella apreció mucho. Otra muestra más de que el Arte Público educa y hace falta: en Washington Heights, el corazón de la dominicanidad expatriada, en la esquina de la calle 163 con Amsterdam, se reflexiona sobre Anacaona, se descubren las ciguapas y la cultura de la caña.
Hoy, rebasada en subasta de Christie´s la cifra mítica que suena a recompensa, continúa una carrera en circuitos reservados para los más valorados.
Firelei Báez -santiaguera que a los nueve años emigró con su familia a Miami- destaca por su dominio técnico aplicado con destreza cobre la reflexión conceptual de su mensaje. Piensa sobre la herencia, la colonización, la frontera. Enriquece su intención con una paleta muy propia de los grandes maestros dominicanos como Alberto Ulloa o Guillo Pérez.
Báez pasó por la Academia. (Las improvisaciones, como decía aquel sabio de la televisión, se ensayan tres veces.) La profundidad de sus preocupaciones calza bien por su dominio del papel, los collages, la escultura, los mosaicos, la pintura... Cursó una maestría en Bellas Artes en el Hunter College, es licenciada en Bellas Artes por la Escuela de Arte de la Cooper Union y estudió en la escuela de Pintura y Escultura de Skowhegan, en Maine.
No está sola, hay una generación de artistas dominicanos en sus cuarenta (aunque sigamos llamándoles jóvenes) muy valorados y con una trayectoria importante. Son el eslabón entre los grandes maestros, que con el paso del tiempo se están revalorizando, y los que asoman pidiendo paso.

Inés Aizpún