Eppur si muove?
La desatención internacional ante la crisis haitiana
La crisis haitiana apenas mereció unas líneas en el discurso de rendición de cuentas del presidente Luis Abinader, centradas en los esfuerzos dominicanos para las resoluciones del Consejo de Seguridad, especialmente la que aprueba el envío de una fuerza de paz. Si cambia la situación interna en Haití es difícil de establecer. Las agencias informativas cerraron sus oficinas en Puerto Príncipe y los medios locales navegan en una precariedad financiera que también es cualitativa, salvo Le Nouvelliste.
La embajadora norteamericana ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, se reunió con líderes haitianos la semana pasada, así como con representantes diplomáticos para tratar el tema. En Guyana, los jefes de Estado del Caricom se reunieron también y llamó la atención la petición que hizo el premier de Antigua y Barbuda, Gaston Browne, a su colega haitiano, Ariel Henry: hacerse a un lado y permitir una transición política que facilite una solución a la crisis en su país. De Guyana, el mandatario haitiano se trasladó a Kenia donde se reuniría con el presidente William Ruto a discutir el tema de la misión de seguridad a cargo de policías kenianos. En esta semana también, otro país africano, Benin, anunció que aportaría dos mil efectivos para la pacificación de Haití.
Las declaraciones de Browne reflejaban la queja de la región ante la falta de compromiso de las grandes potencias, incluida Francia, la antigua metrópolis que saqueó las riquezas naturales del país vecino.
Se habla de alrededor de seiscientos millones de dólares para costear los gastos de la misión de paz durante dos años. De esa cantidad, apenas hay compromisos verbales para la mitad. La Unión Europea, por ejemplo, no se ha comprometido a fondo. Se vincula la indefinición internacional a la atención que se presta en Occidente a la guerra en Ucrania, en Gaza y el fortalecimiento de China como gran potencia económica y militar. En el caso europeo, la contención de la migración ilegal se traga el bocado mayor del presupuesto comunitario para los países en vías de desarrollo. Los intereses de Francia se sitúan más en África que en el Caribe, donde aún conservan posesiones.
Las crisis humanitarias mueven ya pocas acciones. Lo prueba la situación en Gaza, mucho más dramática que la de Haití y que sin embargo deja a Joe Biden impertérrito, excepto por las consabidas declaraciones verbales. En inglés le llaman lip service, o sea, que del dicho al hecho siempre ha habido un gran trecho.
El problema con Haití y que deja a la República Dominicana atada de pies y manos es sencillo: la comunidad internacional no ve el drama que allí se desarrolla como una amenaza para la estabilidad en la región. Es más de lo mismo que viene ocurriendo en ese país desde que se independizó. La inestabilidad política marca la historia haitiana. Mientras persista esa percepción, las potencias, sobre todo los Estados Unidos, permanecerán indiferentes. Con Haití, la geopolítica no se mueve.
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