El riesgo de retorcer la historia
La desclasificación de documentos y el renacer del revisionismo

A raíz de la nueva ola de documentos desclasificados por las agencias de investigación e inteligencia estadounidenses, en el país se desató un efervescencia con supuestas revelaciones que en su mayoría no representan ninguna novedad. Son varias las investigaciones históricas que describen los vínculos de la Agencia Central de Inteligencia con el complot para matar a Trujillo, la participación de grupos de la oligarquía dominicana, así como los motivos personales que condujeron a buena parte de los complotados a formar parte del magnicidio.
Del mismo modo no es la primera vez que circulan versiones de exagentes del Servicio de Inteligencia Militar que buscan adulterar la historia reivindicando al tirano y enlodando el honor de sus ajusticiadores. Pero producto del agitado momento que vive la comunicación, influenciada como nunca por la intrepidez y la falta de rigor que caracterizan los medios digitales y las redes sociales, en esta ocasión el perverso intento avanzó demasiado. Dejando evidencias de unas ganas terribles de blanquear la imagen de Trujillo y su régimen, y agredir la memoria histórica de quienes le enfrentaron y mataron abriendo el camino hacia la libertad y la democracia.
Analizados sin pasiones, Trujillo y su Era fueron en realidad el resultado de aquel momento político, social y económico de la República Dominicana, y muy posiblemente fueron incluso un mal necesario en ese punto de la historia. Del mismo modo no todo lo que ocurrió en el país entre el treinta y el sesenta y uno del siglo pasado fue malo, y reconocerlo tampoco constituye ninguna apología a la dictadura.
Pero con independencia de luces, hay una verdad irrefutable y es que Trujillo fue un asesino y un ladrón, un déspota sangriento que encabezó un régimen caracterizado por la inexistencia de libertades, la represión, la tortura y el culto a la personalidad. Un tirano que junto a su familia pretendió apropiarse del país mientras sometía a los dominicanos al terror del SIM y sus calieses.
Y de esa ignominia nos liberaron un grupo de valientes, la mayoría de los cuales pagó esa gesta con sus vidas. Eran seres humanos con virtudes, defectos, intereses y pasiones, pero eran hombres de honor y valor personal, y lo menos que debemos es honor a su memoria.
Revisar y estudiar constantemente los hechos del pasado no es solamente potestad, si no deber de las generaciones porvenir, pero debe hacerse con rigor y exento de ligerezas hijas de la holgazanería investigativa. Porque no todo vale en esta carrera desenfrenada de la comunicación "light", donde resultan más importante los "likes y views" que informar y orientar de manera adecuada.
Por eso fue penoso ver como medios de prestigio se sumaron a ese frenesí y se prestaron a edulcorar la dictadura equiparando héroes y villanos. Esos mensajes, lanzados a una sociedad y una juventud con grandes carencias de conocimiento y referentes históricos, pueden resultar muy peligrosos.
Banalizar y retorcer los procesos que permitieron construir las democracias, forjan el terreno fértil donde se esfuma el ejercicio pleno de las libertades civiles y políticas... O sea, lo que sucede a los pueblos que olvidan su historia.