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Dearborn y Zanini

La amistad peligrosa entre el cónsul Dearborn y el Nuncio Zanini

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Dearborn y Zanini
La entrevista con Henry Dearborn, enlace diplomático estadounidense en República Dominicana en los años previos al ajusticiamiento de Trujillo, revela los tensos vínculos entre el régimen dictatorial y el nuncio apostólico Lino Zanini. (FUENTE EXTERNA)

En entrevista concedida en 1991 por Henry Dearborn -enlace en la misión norteamericana de los planes que culminaron en el 30M61- se abordó la tensa relación entre Trujillo y el Nuncio Lino Zanini. "P: ¿Ud. mencionó algo sobre el Nuncio? Dearborn: Sí, eso fue muy importante. Antes de mudarme a la Residencia cuando aún el embajador Farland la ocupaba, llegó el nuevo Nuncio (Lino Zanini). Era una figura imponente. Regio, alto, de unos 50 años. El anterior (Salvatore Siino) era un hombre pequeño y anodino que no causó problemas. El nuevo Nuncio comenzó con el pie equivocado.

No llevaba mucho tiempo en el país cuando estaban a punto de inaugurar el nuevo Aeropuerto Internacional (General Trujillo, el 10/11/59). Así que la Secretaría de Relaciones Exteriores le envió una nota solicitándole ofreciera un mensaje en la inauguración. El Nuncio respondió: "No creo que sea el trabajo adecuado para un Nuncio". Sin embargo, lo presionaron y accedió: "Bueno, está bien, diré algunas palabras". Entonces le observaron: "Envíe antes lo que va a decir". Tampoco le gustó, pero finalmente cedió. Los de Relaciones Exteriores le informaron que querían que incluyera algo sobre las glorias del Generalísimo. Entonces el Nuncio se negó alegando que no era ese su papel. Así que no entró con pie derecho.

A medida que pasaba el tiempo, los obispos (no sé cuánto los inspiró el Nuncio y cuánto los horrores de los actos del Generalísimo), emitieron una crítica Carta Pastoral que todos firmaron (25/1/60). No el Nuncio sino los seis obispos. Trujillo le cargó culpas al Nuncio. Uno de los obispos era estadounidense y otro español, los demás dominicanos. Esto fue un anatema para Trujillo. Nadie se lo había hecho antes. La Carta Pastoral lo criticaba y fue leída en todas las iglesias (31/1/60). Trujillo estaba lívido. Esta fue otra indicación de que las relaciones con la Iglesia declinaban.

Me hice muy amigo del Nuncio y solía visitar la Nunciatura de camino a la oficina después del almuerzo, haciéndolo casi a diario. Intercambiábamos información. Era una gran fuente y supongo que yo también lo era para él. Haciéndose notorios nuestros nexos al servicio secreto de Trujillo, ya que los programas noticiosos de la radio resaltaron que el Cónsul y el Nuncio se estaban haciendo muy amigos, generando un sesgo sospechoso.

Para mostrarte los pequeños trucos que solía practicar Trujillo, te refiero este caso con lo cual supongo quería asustar al Nuncio para que se fuera. Un día recibí una invitación a una recepción en la Nunciatura al mediodía para determinada fecha (28/5/60). Justo el día en que el embajador Farland abandonaba el país, así que aún no me había hecho cargo de la misión en su reemplazo. El hecho me sorprendió porque había visto al Nuncio el día anterior y no me comentó nada sobre la recepción, así que envié a John Barfield para averiguar de qué se trataba el asunto. Al regreso me informó: "No había recepción alguna. Las invitaciones son falsas, el Nuncio nunca las había visto."

Pero a la hora señalada, el Generalísimo apareció en la puerta de la Nunciatura y le dijo al portero que había acudido a la recepción del Nuncio. El joven volvió a entrar a la sede y le dijo al Nuncio que el Generalísimo y miembros del gabinete estaban en la puerta para asistir a la recepción. El Nuncio le respondió: "Regresa e infórmale al Generalísimo que, si él quiere venir solo, estaré muy satisfecho de recibirlo y hablar con él, pero que aquí no hay recepción." Así que el joven retornó a la puerta para encontrarse que ya no había nadie. Fue una de las maniobras con las que el Generalísimo acosó al Nuncio.

P: Ese régimen era obviamente odioso. Ud. era el DCM (Deputy Chief of Mission) y responsable de dirigir la Embajada y más tarde el Consulado. ¿Qué tal su equipo, fue difícil trabajar con sus oficiales? ¿Algunos de ellos fueron tocados por la generosidad de Trujillo? Dearborn: Cuando estuve allí, el Embajador Farland había establecido el tono de la relación. Había un oficial que llevaba cinco años en muy buenos términos con Trujillo, lo cual en cierto modo era bueno ya que era el Cónsul Harry Lofton. Harry tenía buena relación de trabajo con la policía y sus ideas estaban muy equivocadas. Supongo que Jesse Helms (senador republicano muy conservador que presidió en los 90 el Comité de Relaciones Exteriores) sería su verdadero héroe.

P: Hoy lo llamaríamos un conservador de derecha, un hombre de ley y orden. Dearborn: Sí, eso era Harry. En general no causó problemas, pero en los últimos días del régimen lo hizo. Nos lo estaba poniendo difícil en las reuniones del personal. Así que cuando pasamos de Embajada a Consulado General, envié un mensaje solo a la vista del Departamento en el cual recomendaba que Harry, quien llevaba cinco años y no concordaba con las políticas que se seguían, debía ser movido a otro destino. Nunca me lo perdonó, pero pensé que cinco años eran suficientes.

P: Eso es mucho tiempo...Dearborn: Tuvimos un grupo muy bueno en la Misión. John Barfield fue jefe de la sección política y era excelente. Luego Charlie Hodge como consejero económico quien tenía a dos más bajo su mando. También una misión naval muy buena y un agregado que representó al Departamento de Defensa, Ed Simmons, un coronel de la Marina que más tarde llegó a general y ahora está a cargo de la Biblioteca de la Marina en Washington, un tipo muy agradable.

Teníamos un programa de AID (Agency for International Development) muy pequeño, creo con solo una persona o dos. Había una escuela americana. Contábamos con la USIA (United States Information Agency), uno de cuyos oficiales (William Pugh, agregado cultural) fue declarado persona non grata bajo alegato de que hablaba en contra del Generalísimo. De hecho, a mí mismo casi me atrapan por hablar en el hotel con un periodista...

P: ¿Tad Szulc, por casualidad? Dearborn: No, lo de Tad Szulc es otra historia. Yo lo mantuve fuera de la cárcel. Era Roy Howard, ahora lo recuerdo. De todos modos, me vieron hablando con este periodista en el hotel y luego me dijeron que le había contado cosas negativas sobre la República Dominicana. Pude ver lo que venía y visité al embajador británico. Lo puse en auto: "Mira esto es lo que están diciendo y no sé cuál juego están jugando, pero niego absolutamente todo eso. No es cierto. Es verdad que estaba hablando con el periodista, pero no dije nada que pudiera avergonzar a los dominicanos."

El embajador recogió el balón de inmediato, se dirigió a la Secretaría de Relaciones Exteriores y les reclamó. Una vez que el embajador británico tomó esa posición, decidieron no seguir. Creo que en ese momento tal vez pensaron que les gustaría deshacerse de mí y estaban buscando un pretexto para hacerlo. No lo sé."

Tad Szulc, periodista polaco naturalizado estadounidense, sirvió como corresponsal de AP y del New York Times (1953/73), cubriendo América Latina, incluso la guerra civil de abril del 65 y la intervención militar de EE.UU., origen de su libro Dominican Diary (1965).

Sus trabajos en el Times en 1959, críticos al régimen de Trujillo, llamaron la atención del dictador, motivo de una visita al país. Las relaciones con Marrero Aristy —secretario de Estado de Trabajo y anfitrión de periodistas extranjeros a través de la Sociedad Dominicana de Prensa—, al parecer incidieron en la muerte del autor de Over en julio de 1959, simulada como accidente automovilístico.

En mayo de 1975, en su apartamento en Washington, introducido por su hija Nicole, el veterano Szulc me reveló que se sentía en parte responsable de la suerte de Marrero, al incluir en sus escritos informaciones sensitivas que le fueron atribuidas a éste como fuente por el siniestro Johnny Abbes.Szulc desarrolló una carrera brillante cubriendo el golpe de Estado a Perón, la invasión de Bahía de Cochinos, y como autor de biografías sobre Fidel Castro, el Papa Juan Pablo II —a quien acompañó en su histórica gira por Polonia— y ensayos acerca de la política exterior de Nixon y la Primavera de Praga, eventos que marcaron el siglo XX.

Roy Howard fue un periodista influyente, ejecutivo de medios, presidente de United Press y de la cadena de diarios Scripps-Howard. Cubrió la Revolución Rusa y las dos Guerras Mundiales. El Centro de Periodismo Comunitario de la Universidad de Southern Mississippi honra su memoria.

El Nuncio Lino Zanini —descrito por Balaguer como figura recia e impresionante en sus Memorias de un Cortesano en la Era de Trujillo y entrevistado en 1983 por nuestro embajador ante la Santa Sede, Víctor Gómez Bergés— llegó al país el 26 de octubre del 59. Un día después del onomástico de Trujillo, que se celebraba cada año en grande en su condición de "Primer Maestro, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva". Retrasando a propósito su arribo al país al tomarse unos días en Puerto Rico, a fin de "mantener prudente distancia y frías relaciones con el régimen", como le confesara a Gómez Bergés.

Zanini abandonó suelo dominicano irónicamente el 30 de mayo del 60, a un año exacto de que la Parca se llevara al tirano gracias al fuego libertario de los valientes conjurados de la Avenida, tras recibir múltiples y claras manifestaciones oficiales de que su presencia no le era grata al Generalísimo.

José Luis Sáez SJ y Benjamín Rodríguez Carpio han dedicado sendas obras a resaltar su efímero pero impactante paso por la Nunciatura Apostólica en Ciudad Trujillo. Al igual que el historiador y diplomático Reynaldo Espinal, autor de enjundiosas columnas en Acento y expositor en concurridas conferencias sobre Zanini.

Desde Radio Caribe, con sus 50 kilos de potencia, cuyas emisiones tutelaba directamente el temerario jefe del SIM, se enseñoreaba diariamente la voz destemplada de Lamela Geler en la sección Il Nostro Obsservatore. Lanzando grotescamente por las ondas hertzianas los más bajos improperios contra curas, obispos, el Nuncio Zanini y su Santidad Juan XXIII. En retahíla endiablada que recoge al detalle mi querido compañero de infancia sancarleña Lipe Collado, en su indispensable obra sobre Radio Caribe. Todo un capítulo registrado como aporte local a la historia universal de la infamia.

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.