El problema migratorio
Las nuevas medidas del gobierno dominicano ante la crisis haitiana
El ministro de relaciones exteriores Roberto Álvarez retornó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para nuevamente manifestar preocupación por la crisis haitiana y repetir que las bandas criminales representan una amenaza para la seguridad nacional. Agregó esta vez que de continuar el letargo de la Comunidad Internacional para intervenir en Haití con mayor determinación y recursos, existe el peligro de que la situación pueda devenir en un conflicto internacional.
Las respuestas no pudieron ser más preocupantes. La representante estadounidense afirmó que su país no podía continuar con "la enorme carga" que representa mantener la misión que integran unos pocos agentes policiales; chinos y rusos se opusieron a que la ONU asuma la misión y mandaron a los haitianos a resolver sus problemas; mientras los europeos muestran preocupación pero de nada se ocupan.
Si faltaban señales, ya nadie debe dudar que a los haitianos los abandonaron a su suerte, por lo que es fácil proyectar un incremento en la carga migratoria sobre nuestro país. De ahí que resulte urgente que desaparezca la politiquería y el populismo al tratar ese problema, y se tracen y ejecuten políticas públicas que lo aborden de manera integral.
En esa dirección parecen que van las medidas adoptadas por el presidente Abinader, que en sentido general buscan reforzar la seguridad fronteriza, aumentar la interdicción y los controles internos, endurecer las legislaciones e incentivar la reducción de la mano de obra haitiana en los sectores que hoy la requieren con altos niveles de intensidad.
Pero como los problemas no se resuelven con anuncios y promesas, estas disposiciones deben ir acompañadas de dinero. Es en los presupuestos donde se verifican las políticas públicas. Es con recursos que podemos evolucionar de la ineficiente práctica de "la camiona", a un proceso en el cual se creen mecanismos y se fortalezcan instituciones para que la frontera no opere como hasta ahora, que es una especie de puerta giratoria que permite al expatriado estar de regreso un par de días y unos cuentos miles de pesos después.
Sin embargo la propuesta presidencial echa en falta una dosis de sentido común para asumir que esta economía requiere migrantes para laborar en oficios que los dominicanos ni hacen ni harán, aunque reciban la misma, o incluso una mayor remuneración. Y que por tanto a esos haitianos hay que censarlos y documentarlos. Tomando la previsión de crear figuras como "trabajador en tránsito", para evitar que la descendencia de esos extranjeros pueda acceder a la nacionalidad dominicana por nacimiento.
Y el presidente Abinader agregar a sus buenas intenciones una pizca de nobleza y convocar con sinceridad al liderazgo opositor. Sin referir los errores del pasado, tomar el teléfono y de forma directa llamar a Danilo y a Leonel para invitarlos a sumarse a este esfuerzo.
La amenaza que representa para el país la carga migratoria haitiana es demasiado seria y esencial para el futuro de la nación dominicana, por lo que debe abordarse desde la unidad nacional. Pero sin odios ni resentimientos, y alejados de la vocinglería populista que enarbolan analfabetos funcionales que que ni conocen y mucho menos comprenden el problema.