Humo negro o humo blanco
Cuando el fervor religioso se tomó las calles de Santo Domingo

Corrían los años 90 cuando pudimos ver la transmisión en TV Azteca de la llegada de Juan Pablo Segundo a la Ciudad de México. Mucho tiempo antes, lo vimos en nuestra propia tierra. Estábamos en la calle Primera de Bella Vista y salimos para dar caza al papamóvil que venía por la Bolívar. Nos encontramos con él a la altura de la Farmacia Brasil de la época. Una tía muy querida y muy devota se sorprendió cuando le dije que podíamos llamar a Italia para oír la grabación del Papa, un saludo para los feligreses. Llamamos al Papa al número que indicaba la guía telefónica. La otra tía se preocupó mucho, pues no sabía el costo de la llamada, que resultó estratosférico: 300 pesos por unos cuantos segundos, toda una fortuna por aquellos años.
La transmisión de TV Azteca, un tiempo después, estaba llena de milagros. Tenían un helicóptero para transmitir todos los recovecos por los que se metía el papamóvil en su pericia. Recordamos ahora a Pablo Latapí y a Ana María Lomelí haciendo una transmisión histórica. El automóvil del Papa se movía de manera un tanto diligente. El helicóptero captaba las fílmicas y eran transmitidas para un pueblo en vilo. Ya nosotros habíamos vivido la experiencia. De lo que se trataba ahora era de ir a la misa dada por su Santidad, entender su mensaje.
La grabadora que nos contestó la llamada nos dijo en italiano: "No disponible en español". La voz era de una chica y nos pareció muy apreciada para ser la voz oficial del Vaticano. Nos anunciaba que la grabación no estaba disponible para nuestro país, pero, aun así, nos sentimos bien al saber que el idioma que hablaba era italiano.
El papamóvil, que era perseguido por el helicóptero de TV Azteca, se metía por donde quiera: era una larga avenida. Cuando vimos al Papa, la euforia nos embargó de manera intensa: la gente corría de un lado para otro al pasar por la Bolívar, hoy Rómulo Betancourt. Fue cuando sacamos una banderita blanca que nos habían dado para hacerle saludo a su Santidad. No teníamos un helicóptero para perseguir al Papa como harían años después los hermanos mexicanos.
La grabación costó 300 pesos, pero uno se pregunta si todo aquello —hacer la llamada— era recibir la promoción de la labor apostólica. Nos pareció muy bien. Pensamos que una política como esta, tan abierta, sería adecuada para los diversos papados. Otros personajes de otras partes habrán escuchado la transmisión de la llamada, la grabación donde se podía escuchar la voz grabada de su Santidad. El caso mexicano, con un gran fervor religioso, nos pareció interesante porque la gente salía de sus casas. Multitudes enteras salían a saludar al Vicario de Cristo en la Tierra, sucesor de San Pedro.