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Redes Sociales

Eso no es nacionalismo

Xenofobia y odio no representan el alma de República Dominicana

Utilizar intimidación y violencia para impedir que grupos de personas se congreguen o marchen en reclamo de reivindicaciones ligadas a intereses de grupos migrantes y sus descendientes no es patriotismo, es matonismo y abuso. De la misma forma que intentar denigrar y descalificar a un joven diplomático dominicano por el color de su piel o la presencia en su acta de nacimiento de un apellido no castizo no es nacionalismo, es racismo y xenofobia.

Son dominicanos descendientes de haitianos el héroe de la independencia Antonio Duvergé, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gomez. Este último hijo de haitiano, y ninguno de esos revoltosos disfrazados de militares ni los odiadores de las redes sociales han hecho ni harán por este país lo que hizo ese gran dominicano, uno de los pilares sobre lo que se construyó la democracia de la que hoy disfrutamos.

Dominicanos de ascendencia haitiana abundan en nuestra sociedad desde la creación misma de la nación dominicana con incontables contribuciones en todas las áreas. Y es que este es un pueblo amalgamado, integrado por negros, blancos y mulatos, mezcla de lo hispano y lo africano, a quienes unió la pobreza y el abandono de la Corona Española. Un pueblo de migrantes que donde llegan se integran, y con una celeridad casi cómica cambia hasta su ritmo de hablar. Solidario y amable con quien le visita atraídos por sus playas, así como con judíos huyendo del nazismo alemán y republicanos españoles de la dictadura franquista. Es el pueblo que primero llegó ante la tragedia del vecino y el de las madres que dieron el seno a los huérfanos del terremoto.

Sin embargo últimamente han surgido unos tunantes con unos discursos radicales que utilizan las redes sociales para esparcir un odio y una intolerancia que no están asociadas con el sentimiento patrio. No exigen control migratorio, sino que pretenden intimidar y negar derechos y participación en la vida nacional a descendientes de haitianos, o incluso a personas que con los vecinos sólo comparten el color de la piel.

Y si bien son válidos, legítimos y hasta necesarios los reclamos para que las autoridades pongan orden en el caos migratorio que padecemos desde hace décadas, agravado por el peligro que representa para la nación el deterioro sin solución a la vista de la crisis haitiana, las formas de estos grupos distan mucho de representar la dominicanidad.

Conceptos como nacionalismo y patriotismo están asociados al amor y el respeto a unos símbolos, valores y principios que nos identifican como nación. Y el racismo, el odio, la xenofobia, la violencia y la intolerancia no están y nunca estarán en la naturaleza de la dominicanidad.

Por tanto lo de esta gente no es nacionalismo, es racismo teñido de odio xenófobo, ejercido desde un fanatismo que resulta peligroso porque es violento. Todavía la violencia es mayormente verbal, pero puede escalar y convertirse en una amenaza para la convivencia pacífica de esta sociedad.

El proyecto del senador Duluc para sancionar los discursos de odio tuvo poco recorrido, pero no estaría de más que como sociedad reflexionemos sobre la deriva que toman algunas proclamas que pretenden utilizar deformada e irresponsablemente el sentimiento nacionalista.

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