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La generación que no nació para vivir en la oficina

Más allá del ascenso, una vida fuera de la oficina también vale

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La generación que no nació para vivir en la oficina
¿Trabajar para vivir o vivir para trabajar? El dilema generacional. (SHUTTERSTOCK)

Esa tarde, estuvimos muy conscientes de que la gente nos tildaría de vagos, faltos de visión o rezagados. Pero todos estuvimos aunados en una misma visión: deseábamos hacer de nuestros trabajos una parte de nuestra rutina, no nuestra vida entera.

No miento, ir contra la corriente de una estructura en la que trabajar en exceso es sinónimo de productividad y crecimiento profesional provoca que los que no queremos ese estilo de vida seamos vistos como "los raros sin futuro".

Así, sin mucho adorno, nos describió una señora que escuchaba nuestros debates. Los debates de un grupo de amigos de entre 25 y 32 años que no estaba dispuesto a entregar los mejores años de sus vidas a un trabajo a cambio de proyección, ascensos o reconocimientos que, aunque pueden ser valiosos para muchos, no necesariamente definen una vida plena.

No voy a recurrir a discursos hipócritas y alegar que el reconocimiento laboral es malo, porque es muy bueno. Sin embargo, pertenezco a una generación que se esfuerza por entregar su mejor talento y capacidad a un empleo, pero que también prioriza otros aspectos de su vida que son innegociables y que merecen la misma importancia que un trabajo.

Mis amigos y yo, conscientes de que compartimos una visión similar con muchos jóvenes, queremos trabajar, hacer deportes, estudiar más, tener espacios familiares de calidad, cultivar aficiones, mantener relaciones significativas y entretenernos.

No es que no queramos trabajar. Es que no queremos pasar la vida entera corriendo detrás de una meta que no existe.

La generación que se levanta a las 5 de la mañana para cumplir con rutinas hiperproductivas y vende eso como éxito empieza a chocar con la mía. Con la que decidió ponerle freno a la autoexplotación. Con la generación que no enfrasca su éxito en trabajar mucho en una fría oficina.

El trabajo ya no lo es todo. Queremos tiempo para respirar. Para vivir.

No se trata de pereza. Se trata de dignidad. De no aceptar que la vida se resuma en trabajar, dormir y repetir. Por eso tantos jóvenes están buscando otras formas de vivir: emprendimientos propios, trabajos remotos, espacios de descanso, o incluso decir "no" cuando antes se decía "sí, jefe".

Mi generación y yo sabemos decir "basta" y no estamos anclados a un empleo para demostrar capacidades o fidelidad a una empresa. De manera natural, tenemos una autodefensa ante un sistema que nos exige mucho, pero que ofrece poco a cambio.

En ese debate con mis amigos hablábamos sobre las constantes renuncias de gente joven que deja empleos admirables y puestos de envidia porque, aunque obtuvieron algún éxito profesional, su vida se resumía a una rutina donde el trabajo absorbía todo lo demás.

Y nos reímos al recordar los rostros de gente con más edad que, aunque le desea éxitos al renunciante, lo ve como "el loco" que tiró a la basura toda la oportunidad de "éxito y crecimiento" en una empresa.

Allí entendimos que la idea de éxito que nos han enraizado desde niños, esa que consiste en hacer mucho para tener mucho, ya estaba desfasada.

Queremos trabajar, sí, pero no hasta destruirnos. Queremos un futuro, pero no uno que nos consuma en el camino.

En unos ambientes laborales que nos miden por lo que producimos, elegir el descanso es casi un acto de rebeldía. Cumplir un horario de trabajo sin tiempo extra es una indisciplina. Cultivar la vida fuera de una oficina es una sublevación.

Y allí, henchidos de un regocijo por sentirnos comprendidos entre todos, analizamos que tal vez esas sean las batallas más importantes que estamos enfrentando: la de volver a poner la vida en el centro. La de trabajar para vivir, no solo para sobrevivir.

Quizá por eso nos llaman "vagos" y ¡qué orgullo ser un vago en esa definición! Pero lo que en realidad queremos es sencillo: una vida plena, no solo una carrera brillante.

Porque, al final, si el trabajo nos consume, ¿de qué sirvió todo lo que ganamos?

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Periodista dominicano. Escribe sobre temas legislativos y políticos.