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La muerte del último guerrillero

Pepe Mujica, el hombre que sorprendió a la muerte con su vida

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La muerte del último guerrillero
José "Pepe" Mujica, expresidente de Uruguay, fue un político atípico cuya muerte no fue una derrota, sino la culminación de una vida ejemplar. (FUENTE EXTERNA)

La muerte no sorprendió a José Mujica (Pepe), expresidente de Uruguay; pienso: la muerte fue sorprendida por él. Al terminar su existencia en el plano terrenal, el exguerrillero deja una gran enseñanza a la humanidad, especialmente a los políticos de América Latina y del resto del mundo en el plano ético, moral y humano, porque predicó con el ejemplo.

¿Por qué digo que la muerte fue sorprendida por Pepe Mujica?

Hay que tener en cuenta que, desde muy joven, Mujica estuvo en el filo de la muerte debido a los roles que jugó en la década de los años sesenta, al ser una de las principales figuras que fundó el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una guerrilla urbana de izquierda patrocinadora de asaltos, secuestros y otras actividades calientes, inspirada en la Revolución Cubana. Vivió sus primeros años de juventud —etapa en que el ser humano desafía todos los peligros— afrontando la muerte, pero la muerte nunca le hizo caso.

Por eso, cuando le detectaron el cáncer, no lo vio como una fatalidad, porque Pepe Mujica sabía el fin que tiene todo soldado de la vida en este breve espacio llamado Tierra. Vivió para servir, y sirvió con la convicción de que "nada humano le era ajeno". Hizo un apostolado de la pobreza, vivió y trabajó para servir a la mayoría.

En una entrevista concedida a BBC News Mundo, Mujica sostiene que "por pura casualidad", él nunca cometió un asesinato. Con o sin ideología de izquierda, Mujica fue capaz de cambiar a personas y transformar sus ideales de progreso, servicio al prójimo y llevar una existencia en absoluta estrechez, aun en el momento cuando ejerció la Presidencia de su país.

A pesar de haber estado preso por 14 años y de que su cuerpo recibió seis impactos de bala, Pepe vivió sin odios ni rencor, sirviendo de ejemplo a una generación millennial y zeta, a la que supo comprender, no obstante que pertenecía a la generación del siglo XX o Baby Boomer.

Su paso por la Presidencia de Uruguay no estuvo distante de su retórica política. Cuando la dejó, su único pesar fue no haber erradicado la pobreza de su país. Su sinceridad y franqueza lo diferenciaron siempre del político tradicional, que siempre se esfuerza en mentir para quedar bien o proteger su ego o narcisismo. Aunque muy inteligente y culto, nunca lo presumió.

Terminó su mandato con un alto índice de popularidad: cerca del 70 por ciento. Leyes sociales fueron aprobadas por el Parlamento, como la despenalización del aborto y la regularización del mercado de marihuana, a pesar de que nunca estuvo ni siquiera cerca de las drogas. Recibió a niños sirios desplazados por la guerra, mediante un programa de protección.

Su modesta vida y la interpretación que sobre ella tenía lo alejaron de aquellos políticos con origen común, que desde que llegan al poder intentan perpetuarse y hasta modifican la Constitución para quedarse. Esa visión de no anhelar el poder por el poder le mereció aplausos como un soldado demócrata, un hombre al servicio de la humanidad, un ser humano excepcional. Su Volkswagen de 1987, de dos puertas, y Manuela, su perra de tres patas, fueron sus únicas posesiones.

Su imagen sencilla, pero su pensamiento profundo, hacen de Pepe Mujica un paradigma difícil de emular. Sin ser un hombre de estos tiempos, conectó fácil con la juventud; tenía una forma simple de interpretar la vida: tanto hablaba del amor como de felicidad. En cualquier dimensión en que se encuentre, Pepe Mujica es un referente de honestidad, de pulcritud, de servicio, de profundidad de pensamiento, pero también de vida plena y sencilla.

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