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Dearborn antes del diluvio

Dearborn contra Trujillo, los secretos del último pulso

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Dearborn antes del diluvio
Henry Dearborn expresó fuertes reservas sobre Ramfis Trujillo, calificándolo como el más peligroso del clan. (FUENTE EXTERNA)

Al mediodía del 4 de febrero de 1961, Henry Dearborn, quien había sostenido una posición vertical a favor de la decapitación de Trujillo y la destrucción de su dictadura en su condición sucesiva de Encargado de Negocios, Cónsul General y Chief of Station (COS) interino de la CIA en el país, despachaba un telegrama al Departamento de Estado que debió disparar las alarmas de la recién instalada administración de John F. Kennedy. Cuyo mandato iniciara el 20 de enero 61 con un panorama complejo en el Caribe.

Ante sí, el cada vez más incómodo Fidel Castro y sus barbudos revolucionarios en Cuba con sus expropiaciones de empresas norteamericanas y el acercamiento progresivo a la Unión Soviética que llevaría a la Crisis de los Misiles de octubre del 62. Para quien JFK heredaba planes de la administración Eisenhower que culminarían en la invasión de Bahía de Cochinos del 17 de abril del 61 armada por la CIA y supervisada por Bobby Kennedy.

Un Trujillo decadente con 30 años de mando autoritario, condenado al ostracismo interamericano por la VI Reunión de Cancilleres reunida a mediados de agosto de 1960 en San José de Costa Rica, a instancia de Venezuela por el atentado al Presidente Betancourt fraguado desde Ciudad Trujillo. Cuya maniobra cosmética de cesar a Negro Trujillo de la presidencia para dar paso al vice Balaguer sería infructuosa ante los ojos de la OEA. También enlistado en planes de Ike orientados a su indispensable remoción.

Como si esto fuera poco, el gobierno de Betancourt que incluía ministros del socialcristiano COPEY de Caldera y de URD de Villalba, en adición a los de Acción Democrática, sufría los embates de guerrillas procastristas, estimuladas desde La Habana. Pesaba la negativa de Betancourt de otorgar trato preferencial a Cuba en la venta de petróleo.

En la comunicación del 4/2/61 del principal funcionario norteamericano en Ciudad Trujillo se reportaban rumores de signo ominoso para las relaciones dominico-americanas.

"Circulan rumores de que Trujillo planea expropiar propiedades estadounidenses y terminar las relaciones consulares con Estados Unidos si República Dominicana se ve privada del azúcar cubano. Estos rumores también están inspirados por el Gobierno Dominicano con el propósito de prevenir acciones adversas del Congreso estadounidense contra República Dominicana. El Consulado cree que el Gobierno Dominicano podría tomar represalias si República Dominicana se ve privada de compartir la distribución de la cuota del azúcar cubano. Si bien cortar aún más lazos con Estados Unidos no parece ser beneficioso para el interés a largo plazo de Trujillo, su progresivo distanciamiento de Estados Unidos durante los últimos dos años tampoco ha sido prudente desde su perspectiva.

Sus problemas son propios, y si no fuera por sus incansables esfuerzos militares y financieros para reemplazar gobiernos latinoamericanos representativos con dictaduras y su exacerbación de las tensiones en el Caribe mediante la persistente violación de los derechos humanos generalmente aceptados, su régimen podría hoy disfrutar de un grado de prosperidad y tranquilidad del que pocos países latinoamericanos disfrutan. Por lo tanto, el Gobierno de Estados Unidos debería estar preparado para que Trujillo siga un rumbo que conduzca a la destrucción de su propio régimen, es decir, una mayor separación de Estados Unidos y de otros miembros de la OEA, con un patrocinio suicida de propaganda de tipo comunista y contactos comerciales con países comunistas.

El Consulado reitera su opinión previa de que la situación de seguridad e intereses comerciales de Estados Unidos en la República Dominicana continuará deteriorándose con cada día que Trujillo permanezca en el cargo. Está reorientando cada vez más sus lineamientos políticos y comerciales en una línea contraria a los objetivos estadounidenses. Es fundamental reconocer la falacia del argumento de Trujillo de que Estados Unidos está llevando a República Dominicana a su rumbo actual. Nada más lejos de la realidad.

El propio Trujillo viola desmedidamente los principios de no intervención y derechos humanos de la OEA, y su objetivo es que se permita que estas violaciones continúen sin interferencia de Estados Unidos ni de la OEA. Si la OEA interfiere, amenaza con asociarse con sus enemigos, lo cual constituye un chantaje desde cualquier ángulo, inaceptable si la OEA pretende ser una fuerza política en el hemisferio."

Veinte días más tarde, mediante telegrama confidencial dirigido al Departamento de Estado, fechado 24 de febrero de 1961, un diligente Henry Dearborn reportaba a su gobierno informaciones sensitivas llegadas a su despacho a través de una efectiva red de contactos.

"En los últimos días, representantes confiables de la disidencia preguntaron a empresarios y administradores colaboradores del régimen de Trujillo cuál sería la reacción de Trujillo si la administración Kennedy, convencida, no adoptara una política conciliadora hacia su régimen. Respondieron que, en su opinión, Trujillo no haría prácticamente nada contra el gobierno de Estados Unidos ni contra los estadounidenses, pues es plenamente consciente de que aún tiene que proteger la cuota básica de azúcar y el mercado estadounidense para otras exportaciones importantes.

Estos colaboradores creen que Trujillo intentará apaciguar las cosas con el gobierno de Estados Unidos una vez convencido de que sus tácticas fanfarronas son infructuosas. Él puede criticar, pero lo hará pisando el pedal de la moderación. En una discusión sobre las ganancias extraordinarias esperadas del [reparto] de la cuota del azúcar cubano, Ramfis dijo recientemente: "¿A qué viene tanto alboroto? Perder estas ganancias extraordinarias no es tan importante. Es algo que nunca habíamos tenido".

Otro razonamiento, tras las observaciones de los colaboradores, es que Trujillo ha fracasado en sus arduos y costosos esfuerzos por lograr cambiar la política estadounidense hacia él, quebrar la solidaridad en la OEA e intercambiar misiones diplomáticas con otros países de Europa Occidental, la UAS y las naciones de la Cortina de Hierro. Ahora sabe que no tiene a quién recurrir y, para salvar su poder y preservar su riqueza, minimizará los ataques contra Estados Unidos y se volverá conciliador. (Cabe destacar que aún no ha atacado a la administración Kennedy por su postura respecto a las compras de azúcar dominicana, aunque la carta de Rusk a Rayburn se publicó el 21 de febrero).

[En carta del 17 de febrero 1961 dirigida al presidente de la Cámara de Representantes, Sam Rayburn, el secretario de Estado Dean Rusk solicitó al Congreso que considerara la enmienda a la Ley del Azúcar de Estados Unidos para facultar al Presidente a negar al gobierno de Trujillo percibir cualquier parte de la distribución de la cuota azucarera previamente asignada a Cuba.]

Empresarios disidentes responsables que mantienen contacto con los colaboradores mencionados están desarrollando un consenso sobre lo anterior, que podría ser un pronóstico acertado.

Un asesor cercano de Trujillo comentó recientemente a un amigo, de forma velada, que Trujillo está más preocupado por otro acontecimiento que por el problema del azúcar. Los disidentes mejor informados creen que este problema mayor está relacionado con las supuestas deslealtades en el país (telegramas consulares 987 y 991) y el temor a actividades antitrujillistas de los exiliados dominicanos en el extranjero. Los disidentes argumentan que, si hay algo que preocupa a Trujillo más que sus ventas de azúcar, esta preocupación probablemente se deba al conocimiento de alguna amenaza física a su régimen.

Comentario: La fuente de lo anterior es de suma fiabilidad y el grupo en el que participa está compuesto por disidentes moderados pro estadounidenses. Si las opiniones expresadas son correctas, mi interpretación es que Trujillo mediante la apelación a "el ruido y la furia" (amenazas de expulsión de todos los estadounidenses, ruptura de relaciones consulares, vínculos con la Cortina de Hierro, etc.), ha intentado impedir que el gobierno estadounidense tome medidas que le sean adversas. Ahora podría darse cuenta de que su estrategia ha fracasado e intentar salvar su régimen con la única opción que le queda: convencer a Estados Unidos y a la OEA de que lo toleren.

Me han interesado varios comentarios de contactos durante la semana pasada que indican que Ramfis es quien impide que el Generalísimo tome medidas drásticas contra los estadounidenses. Anoche [texto original clasificado], a quien considero prácticamente un agente de Trujillo e hijo (aunque quizás menos que antes), me dijo que Ramfis podría ofrecer buenos consejos y que Estados Unidos debería hablar con él. Estos desarrollos podrían salvarle el pellejo a la familia Trujillo, más que persuadir a los empresarios estadounidenses y al gobierno de Estados Unidos de que la reconciliación puede lograrse a través de Ramfis.

Mi consejo es que Ramfis es el ocupante más inestable, despiadado, antiestadounidense, poco confiable y cínico de todo el nido de Trujillo, y deberíamos evitarlo como si fuera la peste bubónica. Esta opinión está respaldada por una fuente tan importante como el presidente Balaguer, quien le comentó a un amigo de alto rango que hizo algunos comentarios elogiosos sobre Ramfis: «Ramfis es el peor de todos» (esta información me fue proporcionada con la máxima confidencialidad).

Deseo enfatizar que Trujillo es una propuesta a corto plazo en la República Dominicana, que los intereses futuros de Estados Unidos en la región residen en fomentar la buena voluntad entre los sectores moderados de la disidencia, y que, si el gobierno estadounidense da la más mínima señal de moderación hacia Trujillo, los intereses comerciales y de seguridad de Estados Unidos en la República Dominicana sufrirán consecuencias en los próximos años. Por mi propio interés, creo que Estados Unidos debería hacer todo lo posible, dentro de sus compromisos no intervencionistas, para acelerar la transferencia del Gobierno de la República Dominicana a elementos que respeten los principios rectores de la OEA."

Hablaba Dearborn, el consecuente. A sólo tres meses antes del Diluvio.

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.