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El costo de ser mujer hoy en día

Cuando ser mujer es sinónimo de nunca descansar

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El costo de ser mujer hoy en día
¿Quién libera a las mujeres de... las propias mujeres? (SHUTTERSTOCK)

¿Alguna vez nos hemos detenido a pensar en lo difícil que es ser mujer en esta generación? No es que nuestras madres o abuelas lo hayan tenido fácil, pero hoy, sin duda, las exigencias han alcanzado un nivel que raya en lo insano.

Se nos demanda prepararnos para competir en el más alto nivel profesional y cuando alcanzamos esos puestos, la presión por demostrar que nuestro género no es una limitación nos empuja a jornadas agotadoras.

Pero eso no es todo. También se nos exige cumplir con los mandatos tradicionales del hogar: ser madres presentes, esposas dedicadas e hijas responsables. Porque, en muchas culturas como la nuestra, el éxito profesional aún se percibe incompleto si no va acompañado de una entrega absoluta a la familia y lo que implica tener una.

Lo más inquietante de esta situación es que, a menudo, nos vemos obligadas a cumplir con todos esos roles sin mostrar señales de cansancio.

La sociedad espera que lo hagamos con una sonrisa, con buena cara, o por lo menos con resignación, pues es lo que "toca" por ser mujer: debes poder con todo, debes abarcarlo todo.

¿Y si expresamos que nos sentimos abrumadas? Lo que recibimos, muchas veces, es invalidación. Comentarios que minimizan nuestras luchas y que, lejos de aliviar, empeoran el malestar.

Lo más triste es que esa presión no viene de los hombres, sino de otras mujeres: amigas, compañeras de trabajo, vecinas o, en el peor de los casos, una tía, la abuela o madre.

Cuando una mujer decide buscar asistencia en el hogar, por ejemplo, no falta quien diga: "También trabajo y me ocupo de todo en mi casa". Lo curioso es que probablemente no se sienta a gusto con ello, pero volvemos a lo anterior: debemos mostrarnos como las todopoderosas, sin quejarnos.

Esa competencia silenciosa, disfrazada de virtud, es una forma de violencia que prolonga lo que justamente necesitamos cambiar.

¿Por qué nuestro valor tiene que estar directamente relacionado con cuánto podemos hacer, lograr o aguantar? Esta es una pregunta crucial, especialmente si consideramos que ser una mujer "fuerte" y "empoderada" (un término que, por cierto, odio) no debería significar sacrificar nuestra salud mental y emocional. Y en caso de que así lo fuera, entonces no estoy dispuesta a pagar el precio.

Sé que algunas sí lo están y no las juzgo, pero a esas las invito a reflexionar si lo hacen porque de verdad encuentran satisfacción en ser la cuarta "Chica Superpoderosa" o porque anhelan el reconocimiento y la aprobación de una sociedad que glorifica el sacrificio femenino.

Si me lo preguntan, el verdadero progreso social y cultural no llegará cuando una mujer sea capaz de hacerlo todo, sino cuando no pueda (o no quiera) hacerlo, y no reciba críticas ni se sienta culpable por ello. Cambiar esa mentalidad es responsabilidad, precisamente, de nosotras: las mujeres de esta generación.

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Periodista de Revista. Le apasiona escribir sobre salud mental y relaciones de pareja. De no ser periodista, sería psicóloga con un blog.