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Dearborn, Balaguer y JFK

La reunión secreta que definió el futuro de República Dominicana tras Trujillo

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Dearborn, Balaguer y JFK
¿Democracia o dictadura 'amigable'? El dilema de Kennedy en el Caribe. (FUENTE EXTERNA)

A cinco días del 30M y a requerimiento del Departamento de Estado, interesado en conocer de primera mano la situación de poder en la República Dominicana y el soporte real del titular del Ejecutivo, se produjo en el Palacio Nacional una reunión entre el Cónsul norteamericano Henry Dearborn y el Presidente Balaguer. Conforme telegrama enviado el 5 de junio de 1961 desde Washington por el subsecretario de Estado Chester Bowles al secretario de Estado Dean Rusk -en París con Kennedy en su gira europea-, Dearborn fue convocado al Palacio por Balaguer al mediodía del 4 de junio en presencia del ministro de Relaciones Exteriores Herrera Báez y Luis Mercado, nuestro Cónsul en NYC.

Bowles informaba que "Balaguer negó la existencia de violencia y terror en la República Dominicana. Sólo se estaban tomando medidas contra los directamente implicados en el asesinato. Señaló que el nombramiento de Ramfis se hizo para unificar las fuerzas armadas y que había prometido apoyar al gobierno, especialmente en asuntos internacionales." En realidad, Ramfis ostentaba el pomposo cargo de Jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Aire, Mar y Tierra, razón del mote El Pato con que fue bautizado en círculos opositores durante la transición.

Bajo el clima de Guerra Fría existente en el Caribe a raíz del acercamiento de la revolución cubana a la URSS, "Balaguer enfatizó su firme anticomunismo y su apoyo incondicional a las democracias occidentales. Afirmó que el Gobierno de la República Dominicana respetaría todos los tratados y acuerdos. Declaró la firme intención de preparar elecciones democráticas en mayo de 1962, en las que todos los grupos estarían garantizados a participar en libertad."

Entonces "Dearborn agradeció al Presidente y elogió los objetivos, pero observó una impresión negativa en el extranjero causada por los brutales métodos del SIM y la creencia de que se penalizaba a las personas por simple asociación. Muchos estadounidenses estaban preocupados por su seguridad. Balaguer respondió que los estadounidenses no debían preocuparse si no estaban directamente implicados en el asesinato [de Trujillo]."

Quizás pautado por Balaguer y sugerido por el astuto Luis Mercado: "En ese momento, el ministro de Relaciones Exteriores se retiró y Dearborn le dijo al Presidente que tomara medidas drásticas para convencer al mundo de que el Gobierno de la República Dominicana no toleraría los métodos del estado policial. Sugirió que se deshiciera de Abbes y Espaillat."

"En respuesta a una pregunta adicional, Balaguer dijo que su objetivo era crear una situación en la que quienes se oponían a Trujillo pudieran expresarse libremente en un plazo de seis meses." Entrando en materia dura, en el contexto local y regional en el que se verificaba el encuentro, "Dearborn le aseguró a Balaguer que el Gobierno de los Estados Unidos consideraría pronta y favorablemente una solicitud escrita de asistencia militar para detectar y repeler un ataque de Castro o comunista." Ante lo cual "Balaguer intervino preguntando: "¿Ataque desde el extranjero?".

"Dearborn interpretó esto como una invitación velada a recibir apoyo contra ataques internos y respondió que Estados Unidos estaba dispuesto a ayudar militarmente en cualquier momento, a petición suya, si sectores del ejército dominicano intentaban impedir el progreso hacia la democracia. Balaguer respondió que se debería asumir la promesa de Ramfis como sincera hasta tanto se demostrara lo contrario. Se mostró agradecido por la declaración de Dearborn."

Al final de este revelador telegrama Dearborn-Bowles-Rusk, surge un rasgo sobresaliente del recio carácter de Balaguer, subestimado por tantos actores que le fueron contemporáneos. "En respuesta a la pregunta sobre las relaciones con los obispos, Balaguer dijo que había ofrecido su renuncia en lugar de expulsarlos, como solicitaron las fuerzas armadas." En la publicación del telegrama se advierte la ausencia de: "un párrafo, de 2 líneas en el texto fuente, no desclasificado". ¿Cuál sería su contenido?

En entrevista de 1991, 30 años después, Dearborn recordaba haberle dicho a Balaguer en la reunión: "Estoy seguro de que, por sus observadores de la fuerza aérea, usted sabe que tenemos una fuerza naval muy grande desplegada justo en el horizonte y queremos comunicarle que, si siente que necesita ayuda, se la brindaremos". Recibiendo como respuesta: "He hablado con Ramfis y él ha aceptado respetar la autoridad civil y, mientras no tenga alguna razón para pensar que no lo hará, no creo que deba hacer algo como lo que me está sugiriendo."

Al día siguiente del encuentro del 4/6/61, a las 7 de la mañana, Dearborn recibía una llamada telefónica desde Washington conminándolo a salir del país a más tardar al mediodía, ya que su vida corría peligro al carecer de inmunidad diplomática y quedar expuesto a la vendetta represiva tras el ajusticiamiento del tirano, siendo él conspicuo conspirador. Dos días después de su salida, a una semana del 30M libertario, Dearborn participaba el 7 de junio 61 en la Mansión de la Casa Blanca con el Presidente Kennedy y su equipo en la evaluación de la situación dominicana. Mientras en el país, acordonado por la poderosa flota del Atlántico de EE. UU., se libraba la cacería de complotados y relacionados. 

Kennedy había asumido el 20 de enero de 1961 y semanas antes del 30M se había producido el estruendoso fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos del 17 de abril, liquidada en pocas horas. Organizada por la CIA para derrocar a Fidel Castro, con el desembarco de unos 1,200 exilados cubanos. De modo que, al análisis del caso dominicano y sus posibles cursos, le pisaba los talones el revés cubano que alcanzaría cotas señeras en octubre de 1962 con la Crisis de los Misiles Soviéticos. Instalando un traumático episodio de la Guerra Fría en pleno corazón del Caribe.

Presentes en la reunión el secretario de Estado Dean Rusk, el de Defensa Robert McNamara, el vicepresidente Johnson, el procurador Robert Kennedy, el director de la CIA Allen Dulles, el jefe del Estado Mayor Conjunto general Lyman Lemnitzer, el jefe de Operaciones Navales almirante Arleigh Burke. Del Departamento de Estado, Alexis Johnson, Deputy Under Secretary for Political Affairs, Wymberley Coerr,  Assistant Secretary for Inter-American Affairs, y Henry Dearborn. Y los asistentes presidenciales especiales Arthur Schlesinger Jr. y Richard Goodwin.

En la referida reunión "Alexis Johnson hizo un breve repaso de la situación actual. Señaló que el equipo de inspección de la OEA había cumplido con el mandato de inspeccionar y había presentado una recomendación sobre si las sanciones vigentes contra República Dominicana debían levantarse, mantenerse o reforzarse. Habló de la conversación de Dearborn con Balaguer. Señaló que Bill Pawley había hablado con la hija de Trujillo antes de su partida a República Dominicana y que ella le había comunicado que Ramfis y otros deseaban avanzar hacia una forma de gobierno más moderada.

Dean Rusk añadió que Porfirio Rubirosa había hablado con Murphy [embajador Robert Murphy] y le había dicho que Ramfis deseaba quedarse un tiempo y ayudar a que el país avanzara hacia un gobierno democrático; que luego tenía la intención de abandonar el país, ya que no tenía grandes deseos de vivir en la República Dominicana. También se dice que Ramfis expresó su disposición a conceder una amnistía a los presos políticos actuales.

Dearborn, respaldado por algunos, afirmó que estas promesas —por ejemplo, elecciones libres, amnistías e incluso el despido de Abbes— eran las mismas medidas que Trujillo siempre había hecho sin pretender afectar la estructura de su régimen. El Presidente preguntó cuáles eran nuestros objetivos inmediatos en República Dominicana. Alexis Johnson respondió que nos gustaría que se tomaran medidas inmediatas para disolver la policía secreta, el principal instrumento de coerción.

En respuesta a otra pregunta presidencial, Dearborn indicó que creía que sería posible tener un régimen democrático en República Dominicana sin una toma de poder comunista, que fuerzas prodemocráticas y pro estadounidenses estaban presentes y podían gobernar. Habló de Radio Caribe —dirigida por Ramfis, Abbes y otros—, que ha adoptado una postura fuertemente antiestadounidense junto a una posición pro soviética moderada en los últimos meses. Este medio ha sido uno de los más peligrosos para promover una postura procomunista en la isla.

Bob Kennedy expresó la opinión de que debíamos darle al régimen actual la oportunidad de cumplir sus promesas; que valía la pena esperar a que la situación se resolviera. Se señaló que cualquier acción que hiciéramos debía ser concertada con Venezuela, y que nos perjudicaríamos enormemente si pareciera que estábamos negociando con Ramfis sin consultar ni obtener el consentimiento de nuestros aliados caribeños, y quizás de la propia OEA.

El Presidente afirmó que queríamos un régimen democrático en la República Dominicana; o en su defecto, preferiríamos una dictadura amigable; ya que lo último que querríamos sería un régimen tipo Castro.

Dearborn afirmó que nuestro objetivo durante seis meses debía ser una situación en la cual las fuerzas demócratas pro estadounidenses no tuvieran miedo de organizar un partido, ni hablar en público, etc.

Decisiones: Se decidió (a) que todos nuestros contactos serían informales a través de Murphy, y que Alexis Johnson debía permanecer en contacto con Murphy; (b) que no tendríamos contactos a través de Pawley; que si éste llevaba a cabo sus planes de ir a República Dominicana, estaríamos encantados de escuchar sus informes, pero que no debía involucrar en ningún caso al Departamento de Estado, la CIA, la Casa Blanca, etc., es decir, que no se debía indicar que aprobábamos lo que pudiera decir ni que autorizábamos su visita. Se encargó al secretario Rusk que comunicara esto a Pawley; (c) nuestras fuerzas militares permanecerían en su estado actual de alerta al menos durante unos días; no se decidió cuándo se levantaría el estado de alerta actual. (d) reexaminaríamos la situación en una o dos semanas para determinar nuestra situación."

De nuevo, en este curso resaltaba Dearborn, el consecuente.

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.