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El motor de la economía

De crisis a éxito, cómo República Dominicana se convirtió en potencia turística post-pandemia

La pasada semana el ministro de Turismo David Collado ofreció su acostumbrado informe sobre las cifras del sector, con resultados del semestre realmente alentadores. Mas de seis millones de visitantes, tres cuartas partes de los cuales llegaron por vía aérea y por los puertos más de un millón seiscientos mil cruceristas. Con una proyección de doce millones de visitantes en este veinte veinticinco, el crecimiento experimentando en los últimos seis años se acerca al cincuenta por ciento.

República Dominicana es el segundo país más visitado de America Latina y se encuentra entre los treinta más visitados del mundo. El año pasado el sector turístico representó un dieciséis por ciento del Producto Interno Bruto y produjo sobre los setecientos mil empleos directos. Cifras que evidencian que el turismo se ha convertido en el motor de la economia dominicana, porque además su impacto se manifiesta de manera transversal en áreas como la agropecuaria, la construcción y el transporte.

Este es el resultado de la continuidad de las políticas públicas en el sector, que durante más de dos décadas sostiene su expansión en el incentivo y apoyo a los capitales privados y la inversión en el levantamiento, mejora y ampliación de infraestructuras y servicios públicos en los polos de desarrollo. Pero también es el fruto de abrir el país a los turistas aun cuando el mundo se encontraba cerrado debido las restricciones que impuso la Covid-19. Lo que no sólo supuso una apuesta arriesgada, sino también un esfuerzo enorme tanto de actores públicos como privados, y cuyos efectos positivos permitieron a este destino una ventaja competitiva y comparativa que todavía opera como viento de cola para el extraordinario crecimiento del turismo tras la pandemia.

Cuando en la decada pasada el entonces presidente Danilo Medina planteó la meta de alcanzar diez millones de turistas, debió tener presente cuando España alcanzó el hito de un visitante por cada habitante a mediados de los años noventa del siglo pasado. República Dominicana superó esa meta en el veinticuatro, año en que España recibió noventa y cuatro millones de turistas, lo que significó casi dos turistas por cada habitante. Una meta que este país podría plantearse alcanzar en un plazo relativamente razonable.

Para lograrlo es preciso continuar desarrollando nuevos polos tipo Montecristi y Samaná, como ya se viene haciendo en Punta Bergantín, Cabo Rojo y Miches; y seguir apostando por la diversificación, fortaleciendo y ampliando ofertas como la cultural, de salud, deportiva y de lujo.

Del mismo modo será necesario ampliar y mejorar los destinos de cruceros, procurando a que ciudades como Puerto Plata, La Romana y Santo Domingo se conviertan en puertos de salida y destino de los barcos. Y continuar extendiendo la lista de países emisores de turistas hacia República Dominicana como se viene haciendo en los últimos años, y que ya se aprecia en el incremento de los visitantes provenientes de Suramérica y Europa.

Para alcanzar objetivos hay que imponerse desafíos, y este debe ser el siguiente reto para la República Dominicana: veinticinco millones de turistas para el dos mil treinta y cinco.

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