×
Compartir
Versión Impresa
versión impresa
Secciones
Última Hora
Podcasts
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Juegos
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Redes Sociales

La prensa que no quiso ver

Un libro necesario, pero también tardío

Expandir imagen
La prensa que no quiso ver
El libro Original Sin de Tapper y Thompson revela el deterioro de Biden y su encubrimiento por la Casa Blanca, Demócratas y medios. (CHATGPT)

Había leído algunas reseñas adelantadas del libro de Jake Tapper y Alex Thompson sobre Joe Biden, su salud en declive y la decisión —acaso suicida— de presentarse de nuevo a las elecciones presidenciales. La obra, titulada Original Sin: President Biden´s Decline, Its Cover-Up, and His Disastrous Choice to Run Again, (Pecado original: el declive de Biden, su ocultamiento y la decisión de repostularse) llegó a mis manos en cuanto salió publicada. No olía a tinta fresca, sino al vapor digital de Amazon Kindle, pero igual se sintió como pan caliente. Venía cargada de hechos, citas, anécdotas. Y también de silencios. No se ha editado en español.

No es una biografía ni un ajuste de cuentas. Tampoco un panfleto. Es la reconstrucción quirúrgica —fría y sin adornos— de un episodio que aún sacude a la política estadounidense: el ocaso físico y mental de un presidente, y la claudicación colectiva de un sistema que debió alertar y prefirió encubrir. El libro es una confesión, pero no una a tiempo. Llega cuando el daño ya no es riesgo, sino herida abierta. Es el parte médico de una democracia que calló demasiado.

Jake Tapper, figura central de CNN, no es un outsider. Ha cenado con presidentes, intercambiado bromas con senadores, caminado por los pasillos del poder con la familiaridad del que ya no se asombra. Que sea él —y no un disidente marginal— quien narre con meticulosidad precisa cómo la Casa Blanca y buena parte del periodismo político envolvieron la realidad en celofán, tiene algo de expiación, pero también de cálculo. Las señales estaban ahí, dice Tapper. Nadie quiso verlas. Y él, menos que nadie, puede declararse inocente.

No se trata de ironía histórica, sino de tragedia democrática. De una omisión colectiva que, por conjurar el espectro de Trump, terminó por despejarle el camino.

El cuerpo que hablaba solo

Desde 2023, el deterioro físico y cognitivo del presidente Biden era visible a simple vista. Tropiezos, palabras que no encontraban su sitio, ideas deshilachadas, confusiones públicas. Un cuerpo que ya no obedecía con soltura, una mente que empezaba a hacer pausas peligrosas. Cualquier otro político habría sido sometido al escrutinio despiadado que la prensa suele reservar para los caídos. Pero Biden no. Con él hubo comprensión, cobertura protectora, eufemismos. El viejo león demócrata fue rodeado por un círculo de silencios que se fue estrechando con el tiempo, como un vendaje que en lugar de sanar, asfixia.

Lo más inquietante no es la omisión ocasional, sino su carácter sistemático. No fue distracción, sino estrategia. Una narrativa cuidadosamente tejida con hilos de benevolencia editorial, encuestas orientadas, análisis indulgentes, titulares suavizados. El periodismo dejó de ser lupa y se convirtió en paraguas. La Casa Blanca no mintió sola; fue acompañada por medios, comentaristas, asesores, y supuestos fiscalizadores que optaron por la fe partidaria antes que por la verdad incómoda.

¿Por qué nadie preguntó?

No son las revelaciones del libro lo que inquieta, sino lo que confirma: que el periodismo, cuando más se le necesitaba, eligió callar. O peor, eligió sugerir sin preguntar. Jake Tapper, parte esencial de ese engranaje mediático, reconoce lo que todos sabían y pocos dijeron: que algo no estaba bien, que los indicios eran numerosos, que la pregunta obvia flotaba en el aire y nadie la formulaba por miedo a fortalecer al adversario.

Original Sin se presenta como acto de redención, pero también como testimonio de cobardía. Tapper no escribió esto cuando dolía, sino cuando ya era seguro hacerlo. No rompió el silencio; simplemente lo abandonó cuando el silencio dejó de ser útil.

En ese momento, el periodismo dejó de ser un perro guardián y pasó a ser perro faldero. No por ignorancia, sino por conveniencia.

Un relato sin columna vertebral

Narrativamente, el libro es eficaz por momentos, pero carece de una estructura que lo sostenga con firmeza. Funciona en fragmentos: episodios, diálogos, reconstrucciones. Pero falta una brújula clara. Es como si los autores aún temieran nombrar lo que sucedió. Como si quisieran advertir sin acusar. Denunciar sin romper del todo.

Es un libro escrito a medio gas, con urgencia pero sin profundidad. Por momentos, parece más una digestión que una investigación. Faltan las capas de contexto, las conexiones históricas, las preguntas incómodas. Lo que pudo ser una pieza referencial queda en el umbral. Ni reportaje clásico ni ensayo de fondo: un registro sin alma.

El secreto a voces

Una de sus virtudes —y de sus limitaciones— es que dice lo suficiente para inquietar, pero no lo necesario para incomodar. Expone los síntomas, los errores, las alertas ignoradas. Pero deja sin respuesta la gran pregunta: ¿por qué se permitió todo esto?

La reelección de Biden no fue un impulso personal, sino una operación política. Fue alentada por los jerarcas del Partido Demócrata, financiada por grandes donantes, apoyada por estrategas que vieron en él un rostro conocido, y sostenida por medios que optaron por no hacer las preguntas correctas. Todos sabían. Todos decidieron ignorar.

La cuestión no es por qué Biden insistió, sino por qué nadie lo disuadió. Por qué fallaron todos los filtros institucionales y mediáticos. La respuesta duele: porque convenía. El silencio era parte del plan.

El debate que lo desnudó

El hechizo se rompió en cadena nacional. El debate presidencial expuso ante millones lo que durante meses había sido apenas susurrado: un presidente agotado, extraviado en sus propias frases. La verdad salió en directo, sin mediación posible. La imagen no admitía interpretación.

Entonces llegaron las encuestas colapsadas, los editoriales que cambiaron de tono, los aliados que empezaron a hablar. Lo que no se había dicho en un año se gritó en una semana. Pero ya era tarde. El daño era estructural. La posibilidad de una alternativa viable se había perdido en el tiempo que duró la omertá mediática.

El espejo de un periodismo en crisis

La gran lección no está en Biden, sino en la prensa. En esa prensa que se piensa a sí misma como un muro de contención frente al autoritarismo, pero que no siempre se atreve a ejercer su función con coherencia. En su afán de preservar la democracia, parte del periodismo ha pactado con la conveniencia. Ha confundido lealtad con estrategia, y compromiso con cálculo. Ha justificado omisiones como si fueran virtudes tácticas.

El resultado es un ecosistema que no vigila, sino que administra narrativas. Un periodismo que pregunta menos cuando el poder es "amigo", y que dosifica la verdad según el calendario electoral. Así no se defiende la democracia. Así se erosiona desde dentro.

Tapper y el límite de su propia crítica

Jake Tapper escribe desde un lugar incómodo. No es el justiciero externo, sino el cómplice arrepentido. Conoce los códigos, las puertas, las presiones. Por eso, quizá, se queda corto. Su libro insinúa más de lo que afirma. Titubea donde debería sentenciar. Calla nombres que deberían aparecer. Hay verdad, pero también cálculo. Hay honestidad, pero no audacia.

Este libro es la crónica de un presidente que no debió postularse. Pero sobre todo es el testimonio de una prensa que no quiso ver. Que bajó la intensidad cuando debía alzar la voz. Que decidió acompañar en vez de fiscalizar.

Ceguera voluntaria

Cuando el periodista renuncia a mirar, la democracia camina a ciegas. Cuando el medio se convierte en actor electoral, pierde legitimidad como notario de lo real. Y cuando el impacto político se impone sobre la transparencia, florece el cinismo. La prensa no debe ser neutral frente a la mentira. Pero mucho menos puede ser cómplice por omisión.

El pecado original no fue de Biden. Fue del sistema que lo permitió. Y de una prensa que, como Pilatos, prefirió lavarse las manos.

TEMAS -

Aníbal de Castro carga con décadas de periodismo en la radio, televisión y prensa escrita. Toma una pausa en la diplomacia y vuelve a su profesión original en DL.