Embriaguez de poder
La vida, no el cargo, es el verdadero valor
Saberse finito, que la vida no es eterna, que nada es permanente, comprender acerca de la fugacidad de lo material ante la inmensidad del cosmos, nos permite darnos cuenta de lo diminuto del ser. Cuando se está consciente de que, en cambio, la sabiduría sí es perpetua, entonces la existencia se convierte en humo, polvo y fábula.
La premisa anterior sirve para crear conciencia de que nada, ni siquiera la gloria del poder, permanece intacta, que los grandes reyes, faraones, emperadores y presidentes bajan de ella de prisa, algunos de la misma forma como subieron, mientras otros lo hacen de manera trágica.
Esta disquisición viene a cuento a propósito de una vieja conversación con un exasesor presidencial, que charlando conmigo acerca de cómo mejorar algunos aspectos de la vocería inicial del gobierno 2004-2008, que entonces no era mi responsabilidad, el susodicho me advertía de las consecuencias que tendría no hacerlo, y terminó rematando con una advertencia: "si esa parte no mejora, el Presidente terminará pateando traseros".
Mi respuesta, vino con una pregunta:
¿Qué es lo más importante que tiene el ser humano? El interlocutor pensó por unos segundos, pero antes de que hablara, le respondí: la vida, ¿verdad? Le volví a preguntar que si quienes éramos partícipes de la conversación nos íbamos a morir. Me dijo que si, todos nos moriremos.
Mi reflexión intentaba llevarle a pensar que no hay nada más valioso que la vida, y la vamos a perder, de modo que todo lo que esté por debajo de eso: cargos, diplomas, reconocimientos, función pública, riqueza y dinero no tiene más valor que la vida. Y algún día nos tocará irnos. ¿Aprendizaje? No vivir apegado a nada material, mucho menos a cargo público u otra fanfarria.
La historia está llena de casos, muchos de ellos milenarios, de faraones, reyes, emperadores y presidentes que utilizaron el poder con la intención de eternizarse y, desde él, construir pirámides y monumentos. Cuando visitas el museo de El Cairo, en Egipto, se presenta la oportunidad de comprobarlo. Las pertenencias del faraón Tutankamón, aunque fueron echadas en un sarcófago junto a su cuerpo, permanecen a la vista de los visitantes, junto a una momia que dicen es de él.
Séneca, filósofo y tutor del emperador Nerón, solía decir y lo dejó escrito en "De Clementia", que "el poder absoluto solo es seguro cuando se reconoce su límite en el bien común. Ningún puerto es favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige".
Pero el emperador de Roma, obsecado, se embriagó de poder y tras ignorar los consejos de Séneca ordenó asesinar a su propia madre, Agripina la Menor, y fue vinculado al suicidio del filósofo. En cartas a Lucilio, Séneca escribiría: "mas crueles son los deseos de los reyes que los de las furias". La crueldad de Nerón fue antológica. Y Séneca la padeció.
Cuando Daniel, el profeta, aconsejó a Nabucodonosor ll, el soberano de Babilonia, no mostró humildad. En el libro de Daniel 4:24-27 se lee lo siguiente:
"¡Rey, acepta mi consejo¡ Redime tus pecados con justicia y tus iniquidades con misericordia hacia los oprimidos; quizás así se prolongue tu prosperidad". ¿Resultado? El rey Nabucodonosor El Grande fue expulsado entre bestias por 7 años hasta que reconoció que "El Altísimo domina sobre el reino de los hombres".
Saber que todo es efímero genera humildad, especialmente frente al conocimiento, estar consciente de que el poder se asume como servicio, no como privilegio otorgado.
Marco Aurelio, un estoico consuetudinario, fue de los emperadores poderosos de Roma. No hay vestigios de su grandeza, ni de su esposa, ni de su hija, de sus nietos y hermanos, que no sean los edificios construidos en su reinado con los que pensó eternizarse. Ni siquiera la gloria de Augusto sobrevivió intacta.