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El pintor de la Gift Shop

El arte que se enrolla y viaja, cuadros como souvenirs de República Dominicana

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El pintor de la Gift Shop
¿Arte o souvenir? La delgada línea que pinta un artista en Sosúa. (SHUTTERSTOCK)

Mamey, fucsia o verde. Un artista de Sosúa tiene predilección por el color azul. Lo usa en sus cuadros de caballos que corren bajo noches estrelladas. Lo saludamos e intercambiamos algunas palabras con él.

Le preguntamos si tiene más pinturas que las que nos muestra esta noche. Responde que, fuera del hotel, a unos pocos pasos, está la tienda de un amigo. Como nos indica, ahí podemos encontrar una enorme variedad de sus cuadros y también las obras de sus compañeros pintores. Queremos saber si el azul domina sus obras y las que vende en esa zona curvada de la calle. Son cuadros sacados al sol entre collares multicolores y camisetas promocionales. Sonríe y nos pregunta si nos gusta el que tiene en las manos: una princesa de luz en un bosque de verdes secuoyas.

Le preguntamos dónde tiene el taller con sus obras. Pensamos que los pintaba en la parte trasera de la tienda y acertamos. En la mañana, nos dedicaremos a espiar lo que ha creado en los últimos meses y que no ha vendido porque no es Sotheby's. Quizá compremos uno. No sabemos qué pinturas son las más admiradas por los turistas: mares sosegados o caballos en la orilla de una montaña con árboles coloridos. En las camisetas encontraremos el dibujo de güiras y tamboras.

Atento a nuestras preguntas, el pintor naif nos ha enrollado un cuadro donde hay una suerte de algas dibujadas en un mar encabritado. En la superficie del lienzo se ve un oleaje pintado de ráfagas blancas y una costa repleta de nenúfares inmóviles. Me pareció un cuadro fundamental del pintor, al que le tomaríamos el nombre y haríamos famoso entre amigos. A través de los años, llegaría el momento de hablar de sus cuadros y su pintura, como ahora mismo. Bajo el cielo estrellado, en su cuadro pueden verse personajes angélicos de pelo rizado, estrellas de mar acompañadas de piedras y caracoles en un camino luminoso. En su trabajo, que está expuesto en la tienda, podemos ver una alta carga de energía en colores brillantes y motivos varios. Pienso en Orhan Pamuk, Premio Nobel de 2006, y su eterna descripción de los ilustradores otomanos de la época turca de 1591, con la brillantez de una novela total.

El pintor no sabe que, cuando nos presentó su cuadro, estábamos escribiendo en una servilleta una especie de sumatoria contable que buscaba demostrar la cantidad de platos para postres en el hotel. De nombre cercano, nuestro pintor nos pareció entregado a su causa: vender la mayor cantidad de cuadros en una noche.

Los turistas aguardaban a que el pintor les desplegara sus cuadros, que serían enrollados para luego ser envueltos con precisión en maletas pequeñas o medianas. La turista que vimos en el supermercado, al parecer, se había quedado un poco más en el país. Nos devolvió la mirada entre otros compradores.

Finalmente, debo decir que el pintor sabe de los misterios del mar y de las historias de esas americanas que se quedan más tiempo en el país. La que vimos estaba en sus aguas y, al vernos, fue como si nos entendiéramos. Ahora solo nos faltaba comprar hermosos souvenirs para gente que gusta de ver los maravillosos detalles del ámbar.

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El autor es mercadólogo, escritor y melómano nacido en 1974.