Esperar demasiado
La incertidumbre arancelaria no se disipará hasta 2026, convendría tomar acciones a favor del crecimiento desde ahora
La palabra del año 2025 ha sido incertidumbre. Ante anuncios sobre cambios en la política comercial internacional, los mercados manifestaron volatilidad, reaccionando a cada indicio sobre las magnitudes de los aranceles específicos de EE. UU. a cada país.
Algunos importadores estadounidenses decidieron aprovisionarse antes de los hechos. Las importaciones crecieron 41 %, lo que volvió negativo el crecimiento del PIB durante el primer trimestre (-0.3 %). A notar, parte de estas importaciones fueron de plata y oro no monetario, como reservas de valor.
Esta mayor demanda fue financiada con créditos a las empresas, cuya tasa de crecimiento aumentó de 4.0 % el primer trimestre de 2024 a 4.8 % el primer trimestre de 2025. Los hogares y el gobierno federal hicieron lo contrario, reduciéndose la tasa de crecimiento del crédito nacional de 4.6 % a 2.8 %.
Una vez anunciados los aranceles el 2 de abril el escenario cambió. Algunos países negociaron rápidos acuerdos, otros no. Esto resultó en confusos altibajos. El resultado final, sin embargo, fue claro. Se estima que el arancel promedio estadounidense aumentará de 2.3 % a 15.2 %, excluyendo el caso de China aún bajo discusión.
Dependiendo de cómo cada mercado enfrente el arancel, el traspaso a precios finales dentro de Estados Unidos podrá ser distinto, pero, en general, los teóricos prevén que aumentará precios y reducirá la demanda y el crecimiento. Este no es el objetivo ulterior. Presumiblemente impulsará la producción nacional para suplir la reducción de importaciones, creando empleos y negocios.
Así, la Reserva Federal enfrenta un reto. Si bien debe controlar la inflación y las tasas de interés, debe también sustentar el pleno empleo, que viene de decaer. Por otro lado, un aumento único de precios por aranceles (choque negativo de oferta) no requiere contrarrestarse con mayores tasas de interés. Esto ha llevado a algunos a pensar que la Reserva Federal ha esperado demasiado tiempo para reducir la tasa de política monetaria para proveer un estímulo económico.
Los resultados del segundo trimestre han resultado más halagüeños. Las ventas repuntaron en junio y el PIB de EE. UU. creció 3.0 %, aunque muchos dudan que esto sea sostenible. Sorpresivamente, México, una de las economías más perjudicadas por las medidas, también ha reportado un crecimiento positivo: 1.2 % a junio, a pesar de una caída en su sector agropecuario.
No así R.D. cuyo IMAE viene mostrando un desaceleramiento de 3.5 % en diciembre, a 1.5 % en junio ante una TPM o tasa de política monetaria estática. En 2023, con tasas de crecimiento sobre 2.0 % y en alza, el BCRD rebajó su TPM en 150 puntos propiciando el crecimiento del 2024, que alcanzó 5.0 %. El BCRD si ha facilitado liberaciones de fondos blandos, pero este mecanismo opera de manera sectorial y paulatina.
Cierto es que una rebaja de la TPM local no acompañada de un movimiento similar en EE. UU. pudiera ampliar el diferencial de tasas y fomentar salidas de capitales, particularmente si los mercados financieros logran mantener el equilibrio y el crecimiento no se desploma como esperado.
Quedan tres reuniones de la Fed en 2025, luce muy probable una reducción en septiembre, aunque posiblemente el escenario comercial tampoco esté mucho más definido para entonces. Mirando las perspectivas locales, tal vez el BCRD pudiera adelantarse y considerar una rebaja en agosto para relanzar el crecimiento del último trimestre en R.D. Eso inyectaría una dosis de optimismo a la incertidumbre reinante.