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Más que aulas, faltan valores

Han desaparecido de las aulas el régimen de consecuencias, la disciplina, el orden y el respeto

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Más que aulas, faltan valores
La verdadera crisis educativa: indisciplina y falta de valores en las aulas. (FUENTE EXTERNA)

Hoy inicia el año escolar, dos punto dos millones de estudiantes están llamados a asistir a las escuelas del sector público, y como de costumbre, arranca con inconvenientes. Persiste un importante déficit de aulas, los estudiantes no recibirán los uniformes completos antes de comenzar el año lectivo,  ni las mochilas, ni los útiles, ni los libros de texto. A lo que se agrega la clásica insuficiencia de docentes y los conflictos que ya asoman con las regionales del gremio magisterial. 

Todas dificultades recurrentes que en mayor o menor medida siempre están presente para estas fechas, y que en muchos casos se extienden durante los primeros meses del año escolar

Pero sin pretender reducir su importancia, los grandes males de la educación no se encuentran en esos percances cíclicos. La gran calamidad del sistema educativo radica en algo que evidenció el sacerdote Norberto Rosario, quien dirige una escuela en María Trinidad Sánchez y que en unos comentarios que tuvieron profusa difusión cuestionaba la carencia de valores básicos para el correcto desarrollo del proceso de enseñanza-aprendizaje, como puntualidad, pulcritud, respeto, disciplina y la procura de la excelencia académica. 

Y es que ha desaparecido de las aulas el régimen de consecuencias, se generalizó la indisciplina y el desorden y se sistematizó la holgazanería y el cretinismo académico. Los maestros carecen de mecanismos sancionatorios elementales para imponer normas de conducta, por lo que los muchachos hacen lo que les viene en gana.

Llegan y se van si quieren y a la hora que quieren y no se les puede imponer reglas de vestimenta e higiene por lo que utilizan incorrectamente los uniformes y andan desarreglados, cuando no desaliñados y con arreglos y atuendos impropios para la escuela. Y como por mucho que sus inconductas alteren el ambiente educativo está prohibido castigarlos o echarlos del aula o del plantel, los estudiantes no sienten obligación de atender a las directrices de profesores y directores, y con frecuencia los irrespetan y se insubordinan ante la autoridad. 

Pero tampoco necesitan hacer sus tareas y estudiar para pasar de curso, ya que en el sistema educativo dominicano se aplica la llamada promoción automática, mediante la cual un estudiante sin las competencias mínimas sobre el nivel que cursa, es promovido bajo el supuesto de que la reprobación y consecuente repetición podría afectar su autoestima y fomentar el abandono escolar. Un disparate que no hace otra cosa que estimular la idiotez y la ignorancia más supina. 

Por tanto, más que aulas y planteles, libros y mascotas, uniformes y zapatos, lo que realmente se echa en falta en la educación dominicana es disciplina, orden y exigencia académica.

Una carencia que no es difícil de atender. Basta con vincular y condicionar las múltiples transferencias sociales asociadas y que se ofrecen directamente a través del sistema educativo, a que estudiantes y padres cumplan compromisos mínimos de puntualidad, conducta y calificaciones. O sea, que el Estado demande de estudiantes y sus familias lo que cualquier padre responsable exigiría a sus vástagos en edad escolar, que se porten bien, respeten a sus maestros y saquen buenas notas.

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