Hacia un perfil psicológico del dominicano
El temperamento dominicano bajo la lupa de sus intelectuales
El primer atisbo de aproximación para construir un perfil psicológico del dominicano se halla en Cartas a Evelina, del doctor Francisco Moscoso Puello, quien, al alborear el siglo XX, se propuso acometer un estudio con base en la premisa, según escribió, de que "no se [había] hecho un estudio sicológico del pueblo dominicano".
Para desarrollar su hipótesis, Moscoso Puello juzgó pertinente tomar en consideración diversos factores históricos y culturales: los orígenes del pueblo dominicano; el temperamento del colectivo; su carácter, sus manifestaciones artísticas, científicas, religiosas, filosóficas y políticas; en fin, su mentalidad e ideología.
Vistas en conjunto, Cartas a Evelina representan un notable esfuerzo para comprender y explicar los factores psico-sociales que, ontológicamente, definían el carácter o temperamento del colectivo dominicano de principio del siglo XX.
Prominente médico e intelectual de la generación de pensadores dominicanos considerados pesimistas, Moscoso Puello sostuvo que el desarrollo del país entonces era tan limitado que la psicología del pueblo dominicano podía explicarse o escribirse "en dos escasas líneas"; pero no abundó sobre el tema.
En la época en que circuló Cartas a Evelina (1941), el periódico La Nación publicó una serie de artículos que versaban sobre algunas características conductuales del dominicano. Esos escritos, autoría de Fernando Sainz, intelectual español quien llegó al país junto con el grupo de exiliados republicanos que en 1939 acogió la dictadura de Trujillo, fueron posteriormente reunidos en el libro Un estudio sobre psicología y educación dominicanas (1945, 1995).
Andando el tiempo, el recordado psiquiatra Antonio Zaglul (1920-1996) abordó ampliamente la cuestión de la psicología del dominicano, siendo pionero en ensayar, desde una óptica científica, una explicación lógica y objetiva acerca del temperamento y accionar del dominicano. Desarrolló una original teoría sobre el complejo de inferioridad o infravaloración del sujeto dominicano, en quien descubrió cierta tendencia a la subestimación de lo autóctono influenciado por su equivocada percepción de que en Santo Domingo nada sirve, si es de manufactura criolla.
Dos de sus obras más icónicas, Mis 500 locos (1966) y Apuntes (1974), fueron auténticos hitos editoriales. En este último texto, por ejemplo, se refirió a lo que llamó "la paranoia dominicana", ocasionada por una conducta depresiva asociada a la proverbial desconfianza del criollo. Uno de los síntomas más comunes de esta patología, indicó Zaglul, era que el dominicano solía estar "chivo" a fin de evitar "caer en ganchos".
Gran parte del colectivo -observó- desarrolló ese patrón conductual a causa del traumático proceso histórico al que estuvo sometido desde tiempos prehistóricos; proceso caracterizado por diversas invasiones y ocupaciones militares extranjeras, gobiernos de fuerza y dictaduras locales que laceraron profundamente el alma colectiva.
El depresivo, explicó, es básicamente un ser triste con tendencia a la infravaloración del yo, y quien generalmente se cree menos de lo que es, condición que confiere a su conciencia determinado tinte paranoico. Es común que este tipo de personalidad abomine del pasado, descrea del presente y su horizonte de expectativa sea casi nulo.
En vista de que hay quienes consideran que nada de lo nuestro sirve, no debe sorprender que haya personas insatisfechas con el panteón de nuestros héroes nacionales; y por tal motivo proponen desvestir un santo para vestir al de su preferencia, o excluir y agregar otra figura. Así ocurre con los Padres Fundadores de la República, que son tres, ¡pero hay quienes sugieren un cuarto padre de la Patria y hasta otro más!