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Prevenir antes que lamentar

Esta vez los pronósticos acertaron y cayó mucha agua

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Prevenir antes que lamentar
Las calles inundadas del Gran Santo Domingo (DIARIO LIBRE / DARE COLLADO)

A diferencia de otros fenómenos que se organizan en las costas del occidente africano y sus trayectorias son monitoreadas durante semanas, la tormenta tropical Melissa se formó en cuestión de horas a escasos kilómetros al sur de la Hispaniola; y presentó además dificultades para ordenarse adecuadamente en torno a su centro, lo que la convirtió en errática y dificultó su pronóstico.

Poco tiempo para reaccionar y una incertidumbre caprichosa obligaron a las autoridades a actuar con presteza. Se convocó al gabinete de emergencia y se elevaron las alertas en las provincias que los pronósticos indicaban que serían las más afectadas, suspendiendo docencias y labores en instituciones públicas y privadas en procura de evitar la mayor cantidad posible de daños humanos y materiales

Cuando se tomó esa decisión el peor escenario era que la tormenta tomara una dirección hacia el norte-noreste y tocara directamente a la República Dominicana. Pero aún en el mejor de los casos, que se alejara hacia el oeste, todos los pronósticos meteorológicos indicaban que al menos recibiríamos abundantes lluvias.

Pero como en las horas posteriores no se produjeron precipitaciones importantes, algunos criticaron a las autoridades bajo la premisa de que las alarmas no eran necesarias y que se estaba sobreactuando. Y entre presiones empresariales, insinuaciones en medios de comunicación y burlas en redes sociales, el gobierno casi se plantea reconsiderar las medidas.

Por suerte no lo hicieron, pues a partir del jueves el fenómeno prácticamente se estacionó, y su enorme campo nuboso arrojó sobre algunas zonas del país y el Gran Santo Domingo acumulados de lluvia equivalentes a meses de precipitaciones. Aterra pensar el caos en la capital, si al tiempo que caían trescientos milímetros de agua provocando innumerables inundaciones, también se desplazaban cientos de miles de personas por calles y avenidas embotelladas.

Algunos se quejan del dinero que deja de producir la economía cuando el país se detiene por dos o tres días, del impacto en el comercio y la industria. Pero estimar pérdidas económicas es irresponsable, indolente y mezquino, ya que a diferencia de la vida todo lo material es recuperable.

El gobierno actuó bajo la premisa de que siempre será mejor prevenir que lamentar. Y si algunos necios no lo entendieron, qué bueno que las autoridades aprendieron las lecciones que dejaron dos noviembres trágicos. Porque si algo se le criticó en esos casos fue una aparente tardanza en la declaratoria de alerta roja y la suspensión de labores y docencia. Y desde entonces las alertas se declaran con tiempo proyectando los peores escenario.

Esta vez los pronósticos acertaron y cayó mucha agua, pero puede que otras ocasiones no atinen del todo y hagan parecer excesivas e innecesarias las alertas. Por tanto la sociedad en su conjunto debe también aprender una lección, y es que toca apoyar a las autoridades cuando para salvar vidas se preparan para lo peor, y si nada sucede aún mejor. Porque siempre será preferible, incluso sobre reaccionar en la prevención, que lamentar desgracias al menospreciar los posibles efectos de estos fenómenos naturales con comportamientos cada vez más difíciles de predecir.

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